El otro Vaporcito

El Alambique

12 de junio 2025 - 07:00

Queda muy claro que identificarnos aún con la imagen de nuestro Adriano III, da más vergüenza que orgullo.

Como una espina de caballa, seca, retorcida y con la cabeza podrida; así lo veo cuando paso por el paseo fluvial que acaricia el Guadalete camino a su desembocadura. De cuerpo presente, en un funeral que va camino de cumplir catorce años.

Pero no van mis tiros por ahí, existe “otro Vaporcito”; bueno, en realidad existen dos, pero uno de ellos goza de su máximo esplendor, cuando saboreamos el exquisito pescaito frito que sale de nuestras freidoras y que da valor a nuestra harina, la de la calle Postigo, a nuestra harina El Vaporcito.

Como os decía, existe otro Vaporcito. Éste tiene como orillas cuatro calles de nuestro centro. Durango, Santa Fe, Capillera y San Sebastián.

Os hablo de la antigua Escuela Infantil El Vaporcito, escuela que, en unos días, hará un año que cerró sus puertas. Atrás dejaron treinta y cinco años de educación. Motivos como la baja natalidad y el estado precario de sus instalaciones motivaron el cierre del mismo.

Hoy, casi un año después, parece que de verdad el tiempo se paró, pues viéndolo casi se puede pensar que desde que se echó la llave el último día de colegio, nadie más entró.

Una luz encendida quiere ser el sol que alumbre a ese “Huerto de mi Cole” que se puede apreciar desde San Sebastián. Un aparcamiento de motos de plástico con licencia de circulación a partir de tres añitos de edad se puede ver desde Durango.

Un patio desolado, lleno de hierbas; un cuadro de un paisaje deambula a capricho del levante, una montaña de bolsas de basura viviendo en primera persona el recreo fantasma de cada mañana.

¿Será que nos gusta en esta ciudad tener cementerios vivientes del pasado?

Si está en ruinas, si está sucio, sigue siendo un peligro para el vecindario y para uno de los accesos hacia el centro de nuestra ciudad, una imagen que da sensación de suciedad y dejadez.

Sirva este artículo, que más que de opinión es de petición, para a quien le corresponda, sepa darle sepultura a este edificio y que no se convierta en otra espina de caballa en nuestro día a día.

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