Una torrija, un voto

Este domingo asistiremos a un duelo de torrijas pijas, torrijas progres, torrijas rojas y torrijas anticapitalistas. Y una paella alicantina también, que está buena aunque quizás sea demasiado seca para un calor tan andaluz que no parece ni siquiera español

He estado bastante desconectado de la campaña electoral andaluza. Por lo visto hubo lío al principio porque IU y Podemos al final participan separadas por un error burocrático (perdone que me ría, pero no me lo creo) y también hubo cierta polémica con el empadronamiento al límite del riesgo de la candidata de Vox. Yo diría que Macarena Olona conoce de Andalucía lo que haya podido descubrir en sus vacas en Marbella, aunque tampoco quiero ser injusto con alguien a quien no conozco. Lo mismo veraneaba en Roche. El pobre de Juan Marín está luchando por mantener su escaño ante la previsión de descalabro y desaparición de la formación naranja. Sin embargo, en uno de los debates televisados protagonizó con Olona la anécdota de la campaña al decir que las torrijas le salían muy bien.

Un hombre andaluz que hace torrijas es alguien de fiar, parecía decir Marín. Su salida fue realmente espontánea y de hecho fue apoyada por Teresa Rodríguez, que le pidió que le guardara algunas para el Kichi (al que, por cierto, le interesa comer torrijas tanto como a mí). La cara de descojone del resto de candidatos fue épica. Inmaculada Nieto, a quien recuerdo por su espíritu guerrillero como concejala de IU en Algeciras, sonreía, y Juan Espadas se me asemejó más a un buen gourmet torrijero que un cocinero de fogón y tentetieso. Por otro lado, Juanma Moreno, que parece estar siempre conciliando, parece tranquilo como si supiera vencedor de las elecciones de antemano. Quizás venga ahíto de torrijas ya de casa, aunque no parece ser el que tenga una mayor torrija de todos los candidatos.

Tuvo también una buena salida Juan Marín cuando le preguntó con toda la mala idea de Bajo Guía a Olona si ella sabía hacer torrijas, como si la acusara de no saber hacerlas por no ser andaluza. ¿Con vino o sin vino?, la interrogó.

Reconozco que yo soy muy de torrijas, pero estacionales, en Semana Santa. Todos los años intento ir a Sevilla a la caza y captura de los ejemplares que anidan en La Campana, que son los que más le gustan a mi esposa. Se me ocurre que podría realizarse el comicio andaluz por una ordalía de torrijas, una especie de Master Chef verdiblanco en el que los dos candidatos que hagan los mejores postres se batan en una segunda vuelta. Poco se han ponderado los votos que puede dar el cocinar unas buenas torrijas, la verdad. Puestos ya, da lo mismo que se tengan masters de pega o de verdad, o que hayas cotizado menos que Trancas y Barrancas, si tu torrija es deliciosa, triunfas. Una torrija, un voto.

En plena ola de calor, con la gente insomne y encabronada, va a ser complicado que los votantes vayan a los colegios electorales en vez de a la playa, sobre todo si no hay levante. Dejo aquí la idea para los interventores: un platito de deliciosas torrijas anima a los votantes. La miel atrae a las moscas y al electorado. Así que nada, este domingo asistiremos a un duelo de torrijas pijas, torrijas progres, torrijas rojas y torrijas anticapitalistas. Y una paella alicantina también, que está buena aunque quizás sea demasiado seca para un calor tan andaluz que no parece ni siquiera español.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios