Turismo Cuánto cuesta el alquiler vacacional en los municipios costeros de Cádiz para este verano de 2024

Imagino al señor Konéctez como un señor ordenado, impoluto, como el vestíbulo de un hotelazo, así, esterilizado, de ésos vestíbulos en los que el suelo podría servirte al mismo tiempo de espejo y de plato para rebañar la cena con la lengua, de tan limpio que está. Al señor Konéctez le importa un mojón, hablando en latín, los 200 trabajadores que tiene a su cargo en El Puerto. Lo más probable es que no los haya visto nunca, pero puede que sí, que viniera de visita algún día y se hiciera una amable foto de grupo para colgar en el despacho del gerente. No lo sé, la verdad. No contrasto ya nada últimamente. Esto sólo es una fabulación poética; ni si quiera es una opinión, porque opiniones hay ya tantas que hacen interferencias y huelen a dogmas de fe con aire medieval. Y yo, si hay que opinar, lo hago en la plazoleta, no aquí, donde no puedo rectificar nada.

Pues un día, al señor Konéctez se le encienden las luces de la frente, pues así lo imagino, con luces en la frente, y decide cerrar la planta portuense y llevarse a la gente a un pueblo de Sevilla y a Castilla. Le importa un mojón que así rompan sus vidas en familia. Quizás ni lo haya pensado. Tal vez no sea una decisión suya, sino de un subalterno, pues él está a otras cosas más gordas. Como hacer negocios con multinacionalistas, hablar de millones sonantes, comprar a un banco famoso su propia alma, con la ayuda de un no sé qué de capital de riesgo. Cosas así. A lo mejor, al señor Konéctez no le gusta usar la expresión capital de riesgo porque suena a piratería, a inmoralidad. O puede que sí le guste usarla porque muestra valentía, talento, progreso y otras emociones humanísimas. Yo qué sé. A tanto no llego.

Al señor Konéctez le importa un mojón que haya cientos de personas acordándose de él y de su estirpe cada noche. Después de todo, el señor Konéctez vela por sí mismo. Está preparado, ha de estarlo, por si algún día a un listillo le da por prohibir el trabajo precario. Acabaría manchándose la ropa. Y eso sería el fin.

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