Análisis

Manolo Fossati

Más de rótulos

A esta ciudad l arrojan a los ojos cada día, cada hora, miles de granos de una molesta tormenta de arena y lo afronta con la gallardía y la costumbre de un tuareg en el Sáhara, y si embargo se indigna cuando sopla una brisa de poniente inesperado y frío

Durmiendo ya el sueño de los justos el elegante y clarificador rótulo de las Casas Consistoriales (por cierto, ¿se puede pedir la cesión de las letras a particulares que aprecien su belleza, como yo?), entiendo que, ya que algunos han empezado esa campaña de "limpieza" urbanística, podemos seguir con el mucho trabajo pendiente que tiene la Isla en este ámbito.

Y desde este modesto rincón de papel y bits prometo ya mi apoyo encendido con quienes reúnan firmas o movilicen colectivos para retirar con urgencia los innumerables carteles y letreros que rotulan cientos de establecimientos de las principales y señeras calles del centro histórico que un día tuvo coherencia. Plasticosas y coloridas letras, fosforecentes anuncios, cutres folios rellenados a mano, llamativos e irreverentes luminosos que 'adornan' de una punta a otra las vías comerciales señalando peluquerías, fruterías, pescaderías, bares, cafeterías, tiendas de ropa (ultramarinos no que ya desaparecieron), comercios de chucherías, banderolas y colgajos para indicarnos que allí debajo hay una freiduría o una mercería, también alguna zapatería, óptica o local de oportunidades traídas casi todas del lejano o cercano Oriente…

Y todo ante los ojos imperturbables, o imperturbados, de autoridades, de los vigilantes improvisados y autoproclamadoos del buen gusto y de esos vecinos concienciados a cuyos ojos hieren ciertas cosas de la misma manera que otras muchas les resultan indiferentes. Como si nos preocupásemos de encontrar la aguja en el pajar mientras el establo está lleno de gordos clavos y afiladas puntillas.

Esta ciudad anda a un ritmo desasosegante para mí. Le arrojan a los ojos cada día, cada hora, miles de granos de una molesta tormenta de arena y lo afronta con la gallardía y la costumbre de un tuareg en el Sáhara, y si embargo se indigna cuando sopla una brisa de poniente inesperado y frío.

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