Turismo Cuánto cuesta el alquiler vacacional en los municipios costeros de Cádiz para este verano de 2024

Hace poco fui testigo de una escena que me impresionó y que quiero compartir con ustedes. Fue en un hospital de la Seguridad Social en Madrid. Resulta que un obispo de un país latinoamericano había venido a España con un ayudante para unas reuniones de trabajo. Un día el acompañante se sintió mal y lo llevaron a urgencias. Allí, tras examinarlo, le ingresaron diagnosticando que tenía las arterias del corazón en muy mal estado. La operación se imponía. El enfermo y algunas amistades estaban muy preocupados tanto por la posible gravedad de la lesión como por el coste de la operación. En ese momento llegó el obispo. Al captar el ambiente de preocupación y enterarse de la causa, exclamó: "Si hay que operarle, ¡cuanto antes!", añadiendo a continuación mientras se dirigía a los que estábamos allí presentes: "Tengo dos campanas del 1700, ¿les interesan?". Me impactó la rotunda claridad en las prioridades del obispo: la persona antes que las campanas; el bien de su ayudante antes que cualquier otra consideración.

¿Somos así nosotros? He leído que la Red Europea de Lucha contra la Pobreza (EAPN-ES) acaba de publicar un informe en el que dice que el 26, 1 % de la población española, es decir, 12,2 millones de personas, vive en riesgo de pobreza o exclusión social. Mujeres, ancianos, niños y jóvenes, personas con alguna discapacidad, parados de larga duración, etc. forman ese grupo de personas que viven en condiciones que no desearíamos ni para nosotros, ni para los nuestros.

Ante la escandalosa desigualdad que existe en nuestro país, ¿se hablará de ese tema en discursos, debates y tertulias, o seguiremos atormentando nuestros oídos con temas como identidades, esencias nacionales y banderas? ¿Saldremos a la calle contra esa sentencia que condena a tantos millones de personas a la pobreza, o será que ni ese tipo de sentencia ni ese tipo de personas nos importan demasiado?

El obispo tenía claras sus prioridades: personas antes que campanas. ¿Y nosotros?

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