El parqué
Continúan los máximos
Que El Puerto cambia es una realidad, a veces incluso al ritmo social que nos rodea, y afecta a muchísimos sectores sociales. No hace mucho veíamos a nuestro profesor fumando en clase, y era la EGB, porque cuando llegábamos a Bachillerato, algunos alumnos fumaban más que los profesores. Algo tan íntimamente ligado con la sanidad como eran los antiguos ambulatorios, hoy centros de salud, eran gestionados por administrativos y enfermeros que te recibían con el cigarro en la boca, y de los médicos en las consultas, mejor ni hablar. A pesar de ello, nadie se rasgaba las vestiduras, y aunque indudablemente la calidad de vida ha mejorado, nadie murió asfixiado entre humos tóxicos como en una trinchera de la Primera Guerra Mundial.
No era gas mostaza, y para mi, que apenas fumaba en aquella época, fue un alivio cuando empecé a llegar a casa sin la ropa oliendo a cenicero. A pesar de todo, lo que en aquella época era impensable, no fumar en lugares públicos, cambió. Nadie pensaba que moriría por inhalar humo, y sin embargo, y a pesar de la gran cantidad de mascotas, eran tiempos en los que todos sabíamos que dejar que un perro te chupase era malo, solían usar esa misma lengua par chuparse el culo y lo que no era el culo, y que te pasasen su lengua podría causarte una infección.
También sabíamos que esos mismos perros no usaban botines, como el toro del Fary, e indudablemente sus patas recogían todo lo que el suelo les ofrecía, desde resto de heces a esputos o los huevos de cucarachas que hubieran pasado por la zona. Como es natural, en nuestro sentido natural de entendimiento y comprensión fumar no nos parecía algo malo, pero procurábamos que los animales estuvieran controlados, no entraban en comercios, se les alejaba de los alimentos y aun amándolos y achuchándolos, se tomaban ciertas precauciones. Todo ha cambiado, hoy fumar, hasta en la calle, se considera un intento de asesinato, la prohibición se extiende, e inhalar humo ajeno puede ser causa de muerte… por stress. Mientras esto ocurre, nuestro queridos animales, y casi siempre he tenido perros, que se dormían la siesta conmigo en el sofá, pero era mi sofá y mi perro, tienen carta blanca, se siguen sin usar botines, meando donde quieren y por supuesto, limpiándose el culo de la misma forma. Y a pesar de ello, ya no solo pasean por Zara levantando, algunos, la patita en las cortinas de los probadores. Supermecados, mercados, tiendas de todo tipo reciben su sana visita, y sus patas subidas al mostrador si fuere necesario. Lo mejor, la farmacia. Entrar con un cigarro en una farmacia es impensable, pero entrar con el perro y que este defeque en mitad de la misma, que con el rabo tire el estante de los chupetes y biberones y se dedique a lamer todos y cada uno de los envases de cepillos de dientes, mientras se despide del farmacéutico que se echa hacia atrás para evitar el contacto con el can es lo más sano e higiénico del mundo. Verdaderamente, hemos perdido el oremus.
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