Y conseguiste lo que querías en esta vida? ¿Y qué querías?/ Considerarme amada, sentirme amada en la tierra". Raymond Carver.

Mari Carmen, Mari Carmen, generosa, no tenía vocación de ser amada, tenía vocación de ser enfermera, de dar; ella amaba, se entregaba, pero era imposible no quererla.

La querían sus hermanos y la querían sus cuñadas, sobra mentar a sus padres, y la querían todos los que la conocieron y la quería su hijo Antoñín y la quería su hija Irene y la adoraba "el Buitre", "el Foña", Antonio Amado, su marido desde hace 28 años (se casó con 21). Hoy no toca hablar del Buitre, cuya generosidad, da para un libro, (siempre intentándote vender un boleto para cualquier causa benéfica) cuya generosidad no tiene par. Hoy toca hablar de Mari Carmen. Es consolador saber que ella pasó por este mundo siendo amada por este gran hombre.

Queda no olvidarla, queda rezar por Mari Carmen; la que tenía la suerte de ser creyente, la del coro de San Telmo, la que le cosía la túnica de La Soledad ¡Solo precisamente no te vamos a dejar Antonio! La que le cosía la túnica a su Antonio.

Desde el pasado viernes sus cenizas están en el aire de Chiclana. Bailará con nosotros cuando el Levante y nos hará cosquillas cuando el Poniente.

Cuando la desgracia de Paco Aragón Olmo, del porte de ésta, con la diferencia de que aquella otra fue una larga y horrorosa agonía, y de que de esta otra apenas hemos sabido lo que ella, doliente, calladamente presagiaba desde hace unos meses. Nos queda ahora, sí, el consuelo de que no ha sufrido.

Cuando la muerte de Paco recordé en este diario los versos de Silvio Rodríguez que vuelvo a traer:

Al final de este viaje en la vida quedará

una cura de tiempo y amor,

Una gasa que cubra un viejo dolor.

Descanse en paz.