La muerte del dictador

18 de noviembre 2025 - 07:00

Se acerca el 20N, hace ya 50 años de la muerte del dictador. Un compañero de lucha antifranquista me llamó por teléfono para darme la noticia y pedirme que adoptara las máximas precauciones, pues se esperaba una fuerte reacción represiva de la dictadura.

Me fui a la facultad de Biología, que estaba cerrada como toda la Universidad. En un kiosco cercano brindamos con anís por el fin del sanguinario dictador, hasta que una lechera de “grises” se paró al lado y tuvimos que rebajar las muestras de alegría.

Fueron tiempo duros. Se incrementaba la movilización ciudadana a favor de la democracia, de la amnistía y de la convocatoria de elecciones libres; huelgas y manifestaciones proliferaban por todo el país. La policía y las fuerzas paramilitares acrecentaban su violencia ante la incertidumbre del futuro de quienes habían vivido 40 años al amparo de la dictadura.

El aparato del estado franquista y el joven Borbón intentaron que las cosas siguieran igual, siguiendo las directrices de Franco. La matanza de Atocha y la gigantesca manifestación que arropó el entierro de los abogados laboralistas -se calculó en un millón de personas-, hicieron ver al rey que era imposible mantener un estado autoritario basado en el modelo franquista. Se liberaron los presos políticos, se legalizaron todos los partidos políticos, y se convocaron elecciones democráticas para elegir unas Cortes Generales que aprobaron una nueva Constitución. La democracia costó mucho esfuerzo, muchos sacrificios y mucho sufrimiento, con torturas y años de cárcel de los que se enfrentaron a la dictadura.

Por eso me indigna que quienes vivieron plácidamente apoyando la dictadura, y sus herederos, se erijan ahora como defensores de la libertad. Por eso me alarma que quienes no vivieron esos años negros, y que ahora disfrutan de la libertad que detestan, aparezcan brazo en alto, con simbología fascista y gritos a favor de quien más españoles ha torturado y asesinado.

Por eso la derecha y la extrema derecha se oponen siempre a que en la escuela se forme a los jóvenes en valores democráticos, que conozcan lo que significó la dictadura, cómo vivimos los jóvenes en esa época, y que aprendan a valorar la libertad de que disfrutan. Mientras más ignorantes sean, más manipulables son.

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