El parqué
Continúan los máximos
Vivimos tiempos inciertos, totalmente absurdos, donde casi nadie recuerda algunos hechos, aunque hay personas empeñadas en alentar el odio, el recuerdo y el rencor. La historia es la que es, con sus interpretaciones, sus claro oscuros, con sus mentiras veladas, con sus hechos ocultos que terminan saliendo a la luz, pero, al fin y al cabo, con unos resultados y unas consecuencias que no podemos cambiar. Esto nos lleva a un momento de la historia de España que debería llenarnos de vergüenza, dentro de su contexto histórico, el siglo XX comenzó convulso, con una revolución que transformo todo un régimen político, y sin entrar a analizarlo, dejó unas huellas y unas consecuencias que nos pueden gustar más o menos. En ese ambiente revolucionario, al igual que hoy, se fomentó el odio, y no solo existía en los libros, quienes lo practicaron presumían, alentaban, se vanagloriaba, procuraron dejar todas las pruebas posibles de su compromiso y valentía. El odio a la Iglesia no se ocultaba, y los incendios no eran fruto de la mente propagandista de algunos, las amenazas de muerte no se quedaban en meras palabras, se llevaban a la práctica, y se dejaba claro quién había tenido las narices de hacerlo. Ese odio nos llevó a una Guerra Civil, con fallecidos en los dos bandos, quienes habían presumido de quemar iglesias, quienes en plan boca chancla había amenazado y amedrantado con el carnet del partido entre los dientes, o simplemente presumían de estar a favor de la Rusia de aquella época, corrían riesgos. Por otro lado, personas que presumían de creer en Dios, tener alguna empresa o negocio, o ser hijo de alguien señalado, también corrían riesgos, el vestir una sotana o un hábito eran una sentencia de muerte. Si eliminamos el espectro político, si nos quedamos a solas con los muertos de uno y otro bando, con los caídos tras las líneas del frente, si nos quedamos a solas con los descendientes de uno u otro bando, tenemos una sola opción, llorar a los muertos, a todos, perdonar y olvidar.
Hoy se pretende no solo llorar a los muertos, o localizar a los desaparecidos, se pretende estigmatizar a los de una parte de España. España tiene demasiado que olvidar para que no nos odiemos, y borrar una parte de aquella España no es fácil, como no es fácil justificar la muerte de nadie, ni de un lado ni de otro. Gironella lo advirtió, y en sus cuatro novelas dejo claro el mensaje, Los Cipreses creen en Dios, porque bajo tierra todos somos iguales, y Un Millón de Muertos hacen derramar muchas lágrimas, que no tienen color, y sin embargo, como ocurre hoy, Ha estallado la Paz, y esto nos puede devolver al principio de todo y terminaremos sabiendo por qué Los hombres lloran solos, que sin ser parte de la trilogía, es tan solo el final.
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