Vaya por delante mi disculpa a todos los que puedan sentirse molestos por este artículo. No es mi intención herir sensibilidades sino plasmar con palabras lo que pienso de quien, habiendo atesorado más o menos méritos para convertirse en una leyenda del cadismo, también se ha ganado a pulso una crítica que igual llega tarde porque en el pasado dio motivos más que sobrados. Jorge González, Mágico, el ídolo de aficionados de la Tacita de Plata que fueron testigos de sus genialidades en el antiguo Ramón de Carranza y sorprendentemente también un referente para otros seguidores más jóvenes que sólo han tenido la oportunidad de verlo en grabaciones del YouTube, fue un futbolista extraordinario, cierto, pero también un hombre cuyo comportamiento dejó y aún hoy deja mucho que desear. Sus virtudes con un balón en los pies le valieron para que hasta el mismísimo Diego Armando Maradona hablara de él maravillas. Sin embargo, sus andanzas en la etapa de futbolista profesional darían para escribir acaso varios libros. Seguro. Dicho esto, aquel tiempo pasó y no regresará. El Mago salvadoreño no entró por la puerta grande en la historia del balompié mundial porque no quiso, porque era como era. Punto. Posiblemente también por eso el cadismo pudo disfrutar de él. No obstante, ahora, ya como sesentón, igual sobran algunas cosas. Dicen que las personas no cambian y debe ser cierto, porque Mágico ha visitado la capital gaditana durante unos pocos días y ese breve espacio de tiempo ha bastado para comprobar de qué pasta está hecho. Impuntual hasta la desesperación, no llegó a visitar la Ciudad Deportiva de El Rosal para conocer a la actual primera plantilla del equipo amarillo, pese a que era algo programado desde hace mucho. Y hasta al último acto, el de inauguración de una puerta con su nombre en el estadio, llegó dos horas y media tarde. Eso sí, sus fieles, que lo perdonan todo, cargaron contra Vizcaíno. ¡Qué verdad que siempre hay alguien a quien culpar!
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