Tengo oído de tísica. Esa es una de mis grandes virtudes. Y en esta época en la que la fiesta inmunda acapara todas las conversaciones de la gente en lugar, por ejemplo, del estado de salud de nuestro querido papa Francisco, me voy enterando de cosas que me producen el mismo placer que cuando me tomo sobre la una de la tarde mi copita de Kina San Clemente y mis dos cuñas de queso El Cigarral. Por lo que oigo aquí y allá, el Carnaval ¡está en crisis de creatividad! Bueno, para mí siempre lo estuvo. Porque llamar creatividad a rimar 'guirigay' con 'Cai' es como comparar el 'Tú, has venido a la orilla', vulgo 'Pescador de hombres', con un cuplé de coro malo. Pero sí me alegra que los propios aficionados hablen de crisis. En la cola del cajero del Unicaja de San Antonio estaba diciendo un tal Moi (qué pelado más horrible, qué chándal, qué cadenas al cuello) que aquí ya está todo inventado y que los autores "no se comen el coco". Estaba diciendo ese muchacho (que yo lo metería en Eutimio y lo haría un hombre de verdad) que si han salido este año brujos, quijotes, comparsas con globos, romanos, árabes, fantasmas... tipos todos repetidos. ¡Albricias! Ellos mismos, los que siguen este engendro de fiestas, se encuentran hastiados de tanta evidencia, de tan poco ingenio. Esto me da una esperanza: ellos mismos van a acabar por cuestionarse ¿qué estamos haciendo aquí? Llegará el día en el que se miren a la cara unos y otros y se digan: esto no tiene más recorrido. Y yo añado otra pregunta: ¿qué le ve la gente de fuera a esto? Ese es uno de los grandes misterios del Carnaval.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios