El discurso imperante obliga actualmente a que las personas tomen partido con rapidez en alguna cuestión concreta. Las redes sociales, desde luego, son un ejemplo de esta sociedad que exige firmeza en todos los planteamientos de la vida y apenas deja resquicio para que las personas duden, para que no sean capaces de opinar de inmediato sobre la polémica del día y para que, pocas cosas hay más humanas, se opte por escuchar todas las versiones antes de formarse un juicio propio. La duda razonable no está reñida, no debe, con la ausencia de principios. Se puede seguir siendo coherente sin tomar partido a las primeras de cambio, sobre todo porque la inmediatez de esta sociedad tecnológica le ha declarado la guerra a la pausa, al pensamiento constructivo, al innegable derecho a no creerse a las primeras de cambio argumentos que, muchas veces, están viciados y repletos de intereses ocultos.

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