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La Constitución proclama que España es un Estado aconfesional, pero evidentemente no es así. Tras siglos de catolicismo oficial y 40 años de nacionalcatolicismo obligatorio, los padres de la Constitución no se atrevieron a proclamar un Estado laico, y se quedaron a medias; pero ni esa aconfesionalidad constitucional se respeta, y cada vez menos.
En Semana Santa se han sucedido actos en los que las autoridades civiles han contado con un claro protagonismo en ceremonias que son religiosas, y por tanto ajenas a sus funciones públicas. Pero por una foto para subir a las redes sociales todo vale, y si es presidiendo un pregón, una exaltación o una procesión, mejor, así, además, gana votos para la vida eterna.
Es sorprendente como alcaldes y alcaldesas de todos los colores políticos se pirran por aparecer en lugares destacados, a veces con visibles medallones y bastones de mando, en los actos religiosos de la Semana Santa y demás celebraciones católicas. Muchos de ellos no son creyentes, lo que aumenta aún más su oportunismo e hipocresía. Cualquier político puede asistir a los actos religiosos que estime oportuno, pero no en calidad de responsable público, ni con una presencia preeminente, sino a título personal.
Y tan culpable de este incumplimiento de la Constitución son los partidos políticos y cargos públicos, como la Iglesia católica. Tras su apoyo decidido al golpe de estado y a la insurrección militar de 1936, a la que elevó al rango de “Cruzada”, y 40 años de adhesión inquebrantable al régimen fascista -silenciando encarcelamientos, torturas y asesinatos-, la Iglesia hizo una vez más gala de su arte transformista y de supervivencia, y ha mantenido en la democracia una enorme influencia sobre el poder civil. A cambio de promocionar a políticos en sus actos litúrgicos, la mayoría de derechas, recibe enormes cantidades de dinero público disfrazado con los más variopintos conceptos.
Y toda esta parafernalia y excesos litúrgicos -cada vez más turísticos que religiosos-, contrasta con el segundo mandamiento de los que Yahvé dio grabado en roca a Moisés: No harás imágenes de Dios ni las adorarás.
Ni los políticos cumplen la Constitución, ni la Iglesia católica y los creyentes que asisten a las procesiones cumplen con el segundo mandamiento.
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