Balas de plata
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El abismo
En el capítulo de la quema de libros en el corral, la sobrina de Don Quijote, o, mejor, de Don Alonso Quijano, Quijada, o Quesana, denuesta de la novela pastoril cuando quieren quemar la Diana de Montemayor y lo explica, que es malo andarse por los bosques y prados cantando y tañendo, y, lo que sería peor, hacerse poeta, que según dicen es enfermedad incurable y pegadiza. El ama, estantiguada, tiene más ganas de quemar los libros que de "echar una tela" metáfora coitil, Leyendo esto, medito: El habla, la dicción, la oratoria, o la aplicación de la retórica al texto oral, la dialéctica… Todo eso existe cuando estudiamos teoría literaria, pero nunca o casi, en la realidad, en tantos libros -hay más escritores que granos de arena en todas las playas y en tantas tertulias, con y sin televisión, con un léxico paupérrimo y omnisciente… Nos azotan, presentadores e intervinientes, el oído interno y medio con taladros orales. Pero, como mosca molesta y pesada de Balzac, se reiteran las muletillas, esos hábitos expresivos, que encallan la conversación. Ejemplo de nexo pijo, la conjunción explicativa "o sea" en vez de usar nuestro castizo, "quiero decir".
El adjetivo calificativo "bueno", como nexo entre frase y frase, es deleznable e indica, normalmente pobreza oral. La locución adverbial, "de acuerdo", muletillizada. El abuso de ponderativos es casi tan nocivo, como los nexos, magnífico, fenomenal, excelente, soberbio, colosal… y también es síntoma de un bagaje lingüístico e intelectual, pobremente esgrimido.
El lenguaje es moldeable, adaptable, evolutivo, dicen los académicos, pero, la mayoría de las veces, se mueve como una oreja de resonancia, cogiendo ecos de otras palabras, que no son ciertos, pero que pudieran parecer lógicos.
Hay gente que dice "es más malo que la cangrena". Palabra que derivada del verbo griego "grao", -comer-, por la necrosis que devora tejidos. Lo recoge muy claramente el médico don Pedro Felipe Monlau, autor de un diccionario etimológico, que lo refleja fielmente. El eco falso es, como no, el "der pueblo" que la corrompe con cangro, cáncer, que también devora tejidos. Y así se mantiene el ejemplo de una palabra todavía en uso y abuso del catervario llano. Como losillo, por husillo, de un erudito violetero.
Pero, cuántos comunicadores han oído que debe decirse en absoluto, de ninguna manera, bajo ningún concepto y usan el incorrecto "para nada" incluso en sus escritos.
Manolo Pérez Casáux, padecía urticaria auditiva cuando percibía su uso entre los/las, escritores locales, que son o dicen serlo, por encima del tiempo y de quien sea.
El uso y abuso de la muletilla, latiguillo, coletilla, empaña las conversaciones, banaliza el habla, aburre al oidor.
Son normalísimos, pero horrendos, los "verdad", "en verdad", "evidentemente", "entonces", ¿entiendes?, ¿sabes?, como tú sabes, tú ya me entiendes… A ver, o sea, es decir… - ¿Vale? ¿Sabes? ¿Sí? ¿No? ¿Ok? ¿Verdad?
El aderezo de tantos vicios se adoba con tópicos que ya son catacresis, "la cruda realidad", "como la vida misma", "la actualidad palpitante", "correr un tupido velo", "canta como los ángeles", "como la copa de un pino", como un piano, "aquí el que no corre, vuela", "sin que sirva de precedente", "por consiguiente", es decir, nuestro pensamiento más impersonal y automático.
Sintagmas disecados ya. Palabras vacías de sentido que locutores, profesorado, comunicadores, emplean sin cuestionarse su uso. Y políticos, una enormidad enorme como el pleonasmo. A lo mejor, por ello, como a Alonso Quijano, me quita el sentío, Feliciano de Silva, que a pesar de todo construye para reír y gozar: "Los altos cielos que de vuestra divinidad divinamente con las estrellas se fortifican, y os hacen merecedora del merecimiento que merece la vuestra grandeza".
Creo que esta época es de decadencia y vulgar, Qué más da morir tonto ahora que dentro de cien años… para escuchar sandeces el tiempo nos perece… y ya estoy sancheando…
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