Siempre trato de ponerme en el lugar de las personas, de discernir el motivo por el que actúan de un modo determinado. O los motivos. No siempre es sencillo, sobre todo cuando se trata de gente oscura, de tahúres, de mentirosos compulsivos, de cínicos, o del resistente Pedro Sánchez. A veces lo más fácil es aplicar la teoría del gato de Ockham, o de la navaja de Schrödinger, o la sabiduría de la abuela: si tiene cuatro patas, mueve el rabo y ladra, es un perro. Y un poco de esto hay en el reciente anuncio de reforma del Código Penal que han presentado por trámite de urgencia PSOE y Podemos eliminando el delito de sedición sin requerir previamente los informes preceptivos. Debe ser que ese trámite podría paralizar en el tiempo sus medidas y las elecciones de todo tipo están ya a la vuelta de la esquina. O a saber. Qué malpensado soy.

La sedición es un concepto antiguo en el caben pocas interpretaciones. Dice la RAE que se trata de un "Alzamiento colectivo y violento contra la autoridad, el orden público o la disciplina militar, sin llegar a la gravedad de la rebelión". En 2017 pudo haber disturbios callejeros y "desórdenes públicos agravados" pero sobre todo existió un intento notorio de romper la unidad nacional.

Quizá usted se pregunte para qué y por qué Sánchez y sus socios de gobierno están orquestando a ritmo de tres por cuatro una reforma del Código Penal que le ha valido que lo califiquen como traidor a la patria (cosa que, por lo demás, a él le da lo mismo). En cuanto a la primera pregunta, tiene dos respuestas. El presidente del Gobierno está pagando -¿con talentos de plata?- los favores prestados a los partidos independentistas, promoviendo un nuevo referendo con su subsiguiente secesión del territorio nacional, minimizando el riesgo de que los molestos jueces intervengan. Por otro lado, si un hecho delictivo recibe una reforma que aminore o extinga su carga sancionadora, los reos del procés podrían acogerse a esto y salir en libertad como niños al recreo, habilitados algunos ya para concurrir a procesos electorales como Mandelas redivivos.

Respecto al porqué del asunto, podemos pensar que Sánchez cumple con la palabra dada -algo insólito, por otro lado-, pero lo cierto es que de este modo se asegura un apoyo electoral, o mejor dicho, que no se lo retiren antes de tiempo, forzándolo a convocar elecciones anticipadas o boicoteando su último año de mandato y sus opciones de reelección. Esta debilidad de nuestro presidente se olisquea a leguas por quienes trabajan en la sombra o al sol por un proyecto que eluda las autonomías y convierta España en un Estado federal. Es por eso que titulo este artículo del modo en que lo hago. Porque tengo el firme convencimiento de que esto no va de la homologación de ordenamientos europeos, ni de rebajar el ya de por sí durísimo Código Penal español, sino de la perpetuación en el cargo, de la ostentación del poder y de manejar presupuestos. De que prime el interés personalísimo sobre el de todos los españoles. Y ese es un tipo del delito de sedición que ninguna reforma ha explicitado.

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