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En mayo de 2023 Cádiz decidió que era momento de cambiar el rumbo de la gestión municipal. Tras ocho años de gobierno de un Podemos a la gaditana convertido en Adelante y unido a Ganar Cádiz, con Izquierda Unida de la mano, los gaditanos volvían a poner su confianza en el Partido Popular, que había gobernado desde 1996 hasta 2015 con Teófila Martínez de alcaldesa. El experimento de izquierda con José María González Kichi al frente se diluía en las urnas; muy posiblemente influido por la decisión del propio Kichi de no repetir como candidato, lo que hubiera abierto un escenario posiblemente muy distinto al de la noche del 28 de mayo.
De hecho, quedará para siempre la duda de si Adelante habría obtenido un mejor resultado si Kichi hubiera sido el candidato por tercera vez; o si habría sumado los votos suficientes para repetir gobierno, en este caso junto al PSOE, si la candidata hubiera sido una Lola Cazalilla que en sus cuatro años como concejala de Fiestas logró entenderse con todos y tener una cierta popularidad entre la ciudadanía. Tampoco se sabrá nunca qué resultado habría sacado el PSOE si José Pacheco –que luego ha tenido la salida que le han brindado en la Subdelegación– hubiera sido el candidato.
Lo que sí parece claro es que el PP acertó con el suyo. Entre las opciones que se barajaban (repetir con Juancho Ortiz como alcaldable, o buscar un rostro femenino entre los que llegó a sonar Mercedes Colombo o Carmen Sánchez) la de Bruno García parecía a todas luces la más idónea; y la mayoría absoluta conseguida in extremis la noche electoral viene a reafirmarlo. Un político joven, con experiencia en el Ayuntamiento y con un bagaje posterior que le serviría para madurar y mejorar, que huía de la crispación en la que andaba sumida la política municipal y que iba a liderar el cambio generacional de los populares en la ciudad, para dejar definitivamente atrás la época de Teófila Martínez.
A este PP de Bruno García le confió la ciudad el cambio de rumbo, el nuevo camino que debía abrirse en el Ayuntamiento, el regreso a la inversión, al avance, a la ambición incluso como ciudad; a un empuje, en definitiva, que parecía haberse perdido o diluido los años anteriores.
No obstante, de aquella noche electoral se va a cumplir ahora un año, y la impresión generalizada en la ciudad es que cambiar ha cambiado poco, por no decir nada. Ya avisó el alcalde que no venía a hacer grandes cambios, sino a continuar la línea de los anteriores; y ciertamente ha venido siendo así, hasta el momento.
Al gobierno local actual se le puede achacar una preocupación desmedida por no cambiar las líneas que marcaron los anteriores; y, al mismo tiempo, la misma falta de empuje que demostró Adelante a la hora de sacar los principales asuntos que llevan demasiados años de espera.
En la línea de lo primero, basta recordar cómo lejos de imponer cordura respecto al nomenclator el PP se lió a cambiar el nombre de una quincena de calles sin ton ni son, con una propuesta que en apenas una semana tuvo que rectificarse y cambiarse varias veces ante las quejas y reclamaciones de entidades y vecinos; al mismo tiempo que ha optado por mantener los nombres que fueron más polémicos en tiempos de Kichi y que el PP aseguró que rectificaría si llegaba al poder.
Nada ha cambiado el nuevo gobierno respecto al Carnaval, cuyo modelo de Concurso eterno ha incluso ampliado este año con más sesiones y cuya celebración en la calle ha mantenido el mismo esquema de organización que dibujó Adelante; ni tampoco con el aparcamiento, pese a los ocho años de críticas por el recorte de plazas y la implantación de la modalidad de pago (tanto zona azul como naranja, cada vez más extendidas por toda la ciudad) y pese a la promesa electoral de eliminar algunos de estos estacionamientos y reducir su precio. Hasta la limpieza sigue igual, cuando no peor, en una ciudad plagada de manchas por calles y aceras que se mantienen durante días y muy alejada de la imagen aseada que tuvo en su momento. Cádiz ya no sonríe porque no está limpia.
Todo sigue igual que estaba, por tanto, en la ciudad. Como si el PP no hubiera entendido que el resultado electoral reclamaba un cambio en el modo de hacer las cosas y con respecto a las decisiones que se estaban tomando, que precisamente lo que buscó la ciudadanía ese 28 de mayo pasado era que empezaran a hacerse las cosas de otro modo.
A esta situación de continuidad se le une otro gran problema que mantiene Cádiz un año después de las últimas elecciones municipales y del consiguiente cambio de gobierno. Los grandes proyectos y las grandes cuestiones siguen absolutamente paralizados. En este primer año sin Kichi y los suyos, apenas se han producido avances en todo aquello que se suponía iba a desarrollarse con el nuevo gobierno.
Ahí está, como claro ejemplo de esto, el servicio de autobuses urbanos, que Kichi no logró renovar en sus ocho años de gobierno y que Bruno García tampoco ha sabido desenredar en este primer año en el Ayuntamiento, con un modelo que se encontró prácticamente hecho (pendiente de las modificaciones que quisieran hacer los nuevos concejales) y un avance en la tramitación que invitaba a cierto optimismo sobre la aprobación de un pliego definitivo que abra la puerta al proceso de licitación. Pero nada de esto ha ocurrido.
En estos primeros meses, tampoco ha sido capaz el nuevo equipo de gobierno de sacar adelante la implantación definitiva del servicio de limpieza, a todas luces decepcionante por el estado que presenta la ciudad (más allá de la sequía que ha impedido durante unos meses baldear con la regularidad debida). Han pasado 15 meses desde que comenzó a prestar el servicio la nueva adjudicataria y aún no ha culminado siquiera la renovación de la flota de maquinaria y de vehículos, que está pendiente de un presunto cambio en el contrato que no se antoja de fácil encaje legal y que mantiene todo paralizado; por no hablar de la implantación de la quinta sección (el contenedor marrón) que igualmente requerirá modificar el contrato.
La vivienda se sustenta, por ahora, en anuncios del alcalde desde casi el primer día de su toma de posesión pero que aún no se han materializado en el inicio de ninguna obra. Más de un centenar de viviendas ha aprobado ejecutar el nuevo gobierno, pero aún no se conocen proyectos ni licitaciones de ninguna de esas nuevas promociones que desde hace meses se han puesto supuestamente en marcha.
Pareciera, pues, que al afán desmedido por no salirse del camino marcado por Kichi y compañía se le une al nuevo gobierno del PP una maquinaria municipal que sigue sin arrancar correctamente, como si fuera extremadamente pesada. Buena parte de culpa de esta situación estaría en los problemas de una plantilla mermada con numerosas vacantes pendientes de cubrir y con muchos procesos laborales pendientes de desarrollar tras años en los que apenas se ha hecho nada en este campo; lo que se traduce en una plantilla muy por debajo del número necesario (en el gobierno hablan ya de más de 70 plazas pendientes de cubrir) y con un importante nivel de hartazgo, cansancio y desilusión, lo que complica cualquier deseo de hacer cosas grandes en la ciudad. Baste para entender esta cuestión el hecho de que en la actualidad se esté licitando un contrato externo para redactar el proyecto de ejecución del nuevo pabellón Portillo al no haber técnicos disponibles en la casa que realicen ese proyecto, como sería lo normal y como ha ocurrido siempre.
Por tanto, estaríamos ante un nuevo gobierno que peca de excesiva prudencia a la hora de tomar decisiones, en un deseo de contentar a todo el mundo que está condenado al fracaso –se gobierna para todos, pero nunca a gusto de todos–; que no ha querido realizar grandes cambios en el rumbo que en la ciudad marcaron los anteriores entre 2015 y 2023 (que sí realizaron cambios notables respecto a la gestión para diferenciarse de los antecesores); y que no cuenta con el respaldo de personal suficiente para asumir los grandes retos pendientes, para dejar a cero esa cuenta del ‘Debe’ que tiene desde hace años el Ayuntamiento (implantación definitiva del servicio de limpieza, nuevo contrato de autobuses, recuperación del ritmo de construcción de vivienda, construcción de nuevos equipamientos…) y, a partir de entonces, poder pensar en nuevos proyectos de calado que vuelvan a situar a la ciudad en el mapa y que hagan recuperar la ilusión por el futuro.
Ha pasado ya un año desde el último pronunciamiento de la ciudadanía en las urnas respecto a la gestión municipal. Y la ciudad aún está esperando el cambio.
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