Quien almuerza con adolescentes

La familia que ve la serie unida, permanece unida; como Los Simpsons, vamos.

He empezado a poner series de TV a la hora del almuerzo, cuando mi familia se sienta a la mesa. Normalmente solemos tener el telediario de fondo y cuando mi paisana Sandra Golpe da una noticia importante, subimos el volumen y guardamos silencio, que es la clave para escuchar. Pero, claro, todo tiene un límite. Dos años atrás, cuando el Decreto (ilegal) del estado de alarma, las homilías presidenciales, Patry Jordan y los patinazos del inefable doctor Simón, ya adopté esta medida con carácter cautelar porque noté que afectaba a mis zagales. Los veía preocupados, meditabundos, planteándose cuestiones teleológicas y filosóficas: la vida o la muerte, por ejemplo. Así que me refugié en las pelis de Rocky y en alguna serie liviana y alegre que nos evadiera de los índices de mortalidad de un virus que aún sigue pululando por aquí.

Nuestros hijos parecen ser mayores de lo que realmente son porque juegan a la Play sin tener en cuenta el PEGI 18, pero lo cierto es que, en definitiva, siguen siendo niños o adolescentes, es decir "adolescen" de madurez y empaque. Los adultos, aunque seguimos sorprendiéndonos con que algún sinvergüenza vincule la subida de la luz o el gas de hace tres meses, o seis, con la invasión rusa a Ucrania, tenemos el pellejo curtido como el salchichón navideño que se queda duro y costroso en la nevera. Sin embargo, los chavales lo llevan peor. Se están teniendo que enfrentar a una enfermedad que los encerró en casa, les apartó de sus amigos, les robó la vida a sus familiares, los vinculó a una enseñanza telemática y a unas relaciones personales pseudovirtuales. Y al volcán de Cumbre Vieja. Y hasta los terremotos marítimos con alerta de Tsunami. Y cuando parece que la cosa se relaja, sube la inflación, Borrell nos pide que bajemos la calefacción (como si todo el mundo la tuviera), las eléctricas se forran en nuestra cara, el gas resulta ser una energía carísima y los transportistas se plantan en huelga porque ven la cosa tirando a chunga.

Así que, lo siento. En mi casa se acompañan las lentejas con chorizo y con "Suits", una inacabable serie de abogados americanos que tan poco tienen que ver con los españoles, esos que las administraciones explotan en los turnos de oficio. Es el típico melodrama con subtramas románticas en el que, además, sale Meghan Markle como actriz, haciendo de paralegal, pasante y posiblemente, abogada (vamos por la temporada 6ª). Antes, les puse la serie "Allí abajo", dimanante de "8 apellidos vascos". Esa comedia ligera los tenía totalmente enganchados. Para qué engañarles, a mi esposa a mí -tan amantes de Euskadi como somos- también.

Justamente ahora, con los exámenes del segundo trimestre en el punto de ebullición, pocos días antes de alcanzar la Semana Santa, ese pequeño tiempo juntos sin el miedo a la tercera guerra mundial les evita ansiedad y dolores de pecho. La familia que ve la serie unida, permanece unida. Como Los Simpsons, vamos. Eso sí, cuando los niños tienen alguna cuestión teleológica o filosófica, pausamos la serie y charlamos. Resulta muy divertido y, como decía el chiste, he descubierto que en mi casa viven dos adolescentes e incluso nos caemos bien. Eso sí, quien almuerza con adolescentes, sestea estresado.

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