Turismo Cuánto cuesta el alquiler vacacional en los municipios costeros de Cádiz para este verano de 2024

16 de marzo de 1936. La izquierda ha ganado las elecciones. El primer acto es constituir la mesa de edad del nuevo Parlamento. La preside, como diputado de mayor edad, Ramón de Carranza, quien al acabar el trámite reglamentario, levanta la sesión.

Un diputado le hace saber que eso no basta, que al finalizar la sesión hay que dar un viva a la República, como se viene haciendo desde 1931. Carranza, exmilitar y diputado monárquico, contesta: "¡No me da la gana!". Se lió parda, pero esa chulería hizo mucha gracia a la derecha y, sobre todo, a la derecha local.

Era el germen del golpismo reaccionario, insolente y pendenciero, que ya estaba en el Parlamento. Después, ya lo conocemos todos, intrigas, complots y el golletazo final que ahogó a la República -y al país entero- en un baño de sangre. Defendiendo a España, eso sí, no vayan a pensar mal…

Pues bien, desde el domingo, el partido de los generales, toreros y otros novios de la muerte está en el Parlamento. Poco, pues es cierto que hemos recordado que votar sirve para algo, pero está.

Por mi parte me permito indicarle al ganador que un mal pacto puede estropear un buen resultado. En efecto, ahora mismito, alguien desde muy muy arriba, con la cara dura del Ibex35, el corazón pétreo del capital, el poderoso puño de la industria bélica y el puro de Felipe González, está presionando a Pedro Sánchez para imponer un "pacto de orden" con Cs, al que para eso se le paga. Se trata, nada menos, de pactar con quien forma gobierno con tu adversario en Andalucía. Pero ya nadie puede borrar lo de "¡Con Rivera, no!". Se oyó la mar de bien.

De otro lado, un verdadero pacto de izquierdas, a la portuguesa. Sánchez lo tiene en la mano. La remontada socioeconómica del país vecino invita a reflexionar. El resto, ya se sabe: el PP se va por un sumidero que ni la policía patriótica fue capaz de taponar. Muy graciosos, si no dieran vergüenza ajena, los saltitos y risotadas marca de la casa de Susana Díaz. Como si ella hubiera ganado. Fíjate. ¿Y la Corona? Bien, gracias. Otros cuatro años sin que se hable de prospectiva republicana.

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