Análisis

francisco andrés gallardo

Yélamo

Manolo Yélamo abrió los micrófonos a la gente en su espacio 'Servicio público'

No suelo hablar de mis vivencias personales en estas columnas, pero hoy viene al caso. Para levantar estas páginas todos los días es conveniente haberse criado en una casa donde se veía con cierto análisis la televisión y había respeto e interés por lo que salía en la pantalla. Y sobre todo se oía mucho la radio, en un mazacote Lavis que cogía la AM y (con la antena rota por alguien) la entonces desierta FM. La radio hacía las veces de compañía matinal y vespertina y las emisoras locales cumplían de sobra la conexión de proximidad.

En mi casa, tras el Matinal Cadena SER y La saga de los Porretas en Radio Cádiz, se quedaba el dial fijo en Radio Popular de Jerez, donde destacaba la voz de Manolo Yélamo. Abrió los micrófonos a los oyentes para que mostraran sus quejas en Servicio público, antes de dar paso al Flamenco a la una de Pepe Marín. La manzana de la discordia, Al borde del área, Club de amigos eran hábitos diarios que ahora en muchos hogares cumple la televisión de maratón. Yélamo en sus espacios construía radio en imágenes, contada en intimidad para sus oyentes, que se sentían únicos. Junto a él comenzó ante el micrófono su hermano Antonio, actual director de la SER en Andalucía y de quien aprendí a juntar palabras con concisión en Radio Cádiz.

Su hijo José ya mostraba desparpajo en Diario de Cadiz antes de montar las piezas de España Directo donde fuera preciso. Es digno heredero paterno y de su tío Manolo, que terminó siendo una institución en el Campo de Gibraltar antes de su malograda pérdida. Esta familia astigitana-gaditana tiene intuición en caudal para conectar con la audiencia. En Más vale tarde se fue fajando el estilo de Yélamo que ahora dará su sello propio a La Sexta Noche. No es un tópico, ni querencia: se lo merece.

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