Cla Feria del Carmen es un aliciente si tienes nietos o niños pequeños y la desventaja de ser antitertuliástica, tantos ruidos, gritos, estruendo tan coercitivos con la voz, para los mayores. La feria del Carmen que es más bien Velada, es algo por la corrida de toros. Como lo fue por el tiro pichón y las peleas de gallos. No sé cuantos pueblos de los alrededores se volcaban en el colindante para presenciar los festejos. Quevedo, el poeta magnífico y odiado del siglo de oro, escribió que los toros eran recuerdo moro. (Lo digo por los que niegan la historia que no les conviene).

Los aficionados de verdad, Pepe Chamorro, Juan García Cubillana, Curro Orgambides, Luis Villanego, Sergio Pérez , Manuel Fernández Coca y otros, sabemos que San Fernando ha sido una de las ciudades que más toreros ha dado al orbe taurino. Otra etiqueta que nadie vende. Juan Hidalgo, Manuel Macías "Cherrime; Juan de Dios Domínguez Arteaga "El Isleño"; Jerónimo Cruz "El Barquero"; Juan Martínez "El Ratón"; José Rodríguez Davié "Pepete" y su hijo Manuel Rodríguez, que tomó la alternativa en México; Sebastián Chaves "El Chano"; Sebastián Suárez Añino "Chanito"; Paco Lara que aunque se le tiene por espada gaditano nació en San Fernando; el gran Rafael Ortega; Luis Navarro Bernal "El Isleño"; Antonio Pérez Marín, mi querido matador, Ruiz Miguel, Alberto Ramírez; Chamaqui; Antonio Fernández, mi torero, y Benjamín Gómez. David Galván y José Caraballo. Curro Rodríguez nació en Cádiz pero vivió en la Isla al igual que Fran Gómez, también los incorporo en esta nómina valiente.

La Isla vive de espaldas a su realidad. Sólo presume de cultura entre los incultos. De espaldas a la mar, a Defensa, a la industria…La Isla es como la sombra que acompaña a la sombra. El dolor es una mano cerrada en un punto de la consciencia. A veces duele la falta de calidades como el retroceso de un arma. Vemos pasar el tiempo traspasando la vida. Vemos el gran monumento que el olvido erige sobre los olvidados. ¿Habrá algo más efímero que una faena torera? Aire y tiempo. Plástica infinitesimal. Y existen toreros inmortales. ¿Cómo? Gracias a crónicas, libros, poemas, arrastrados a palabra por los recuerdos y los ecos ya sepia de las fotos.

El viento libre y baldío de la memoria, el viento triste de los pecios impresos que son los libros. La falta de sentimientos legítimos y limpios que, acaso, nos condenan. El resentimiento o la envidia con el reloj parado sobre la afrenta. El miedo con su salto de agua que encoge al corazón… En la tertulia sólo ves la falsa generosidad de Filondango Mocuseo que nunca apoya al que es, la filoxera raquítica de las Maribárbolas, el Esporloque con sus exaltaciones pesadas de mamotretos, tan inmensos que alguien les llamó marmotretos por su inmensidad marmórea.

Lo siento, a veces, echo de menos a Antonio Fernández, siempre mi torero, que en la soledad del campo, en su finca, torea tan lento que puedo ver el muletazo ahora, con el valor añadido de torear sin enfermería ni ambulancia. La afición y el arte en estado puro. Una metáfora pura del sueño de querer. El acto de torear de Antonio, solo en la soledad el campo, es la escritura del verdadero escritor, muleta y pluma, una misma metáfora.

Y en literatura , aquellos juegos florales, cuando la poesía era algo concedido por Dios y no malversado como ahora. Eran tiempos en los que la mediocridad no había invadido el glaciar de la razón, de la sabiduría, del reconocimiento. La isla detenida, la ínsula recordada del güichi de Maera que era una feria "atestado de vinos y carteles, / tahúres y rumores de vecinos/ensartados en charlas sobre toros/, como lo concibiera Juan Mena. Nunca mejor sus ecos. Sobre todo ahora, centenario de Manolete, evocando los versos publicados en "El arte y la muerte de Manolete en la poesía española", tan poético sin filondangos ni puñetas.

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