Debo ser algo pariente de Woody Allen, por aquello de que Dios ha muerto, Nietzsche ha muerto y últimamente yo tampoco me encuentro muy bien. El caso es que a menudo sostengo largas conversaciones con gente encantadora a la que aprecio de verdad. Pero no sé quiénes son, de qué nos conocemos, ni cómo se llaman. Temiendo tener un cerebro espongiforme, o una olla de ictus en la cabeza, decidí ir a un neurólogo. Me recibió un señor elegante y crepuscular. Mi desconfianza empezó cuando se empeñó en no rellenar correctamente mi ficha, alegando que él usa su ordenador como le da la gana porque para eso es su ordenador. A todo esto, su ordenador se atascaba y él parecía un poco sordo. El protocolo transcurrió como una comedia de Jardiel Poncela. El momento estelar fue cuando me miró con un brillo maligno en los ojos y me espetó: Ya sé cuál va a ser su siguiente pregunta y mi respuesta es NOOO! Puse mi mejor cabeza ladeada de perdiz sorprendida: ¿Y cuál va a ser mi próxima pregunta? Usted me va a pedir que le mande hacerse un TAC cerebral. Hombre, a eso venimos aquí todos: eso usted siempre lo sabe. Entonces me habló en latín: Cuando nuestra oración no es escuchada es porque pedimos aut mali, aut male, aut mala. O sea, porque somos malos, porque pedimos mal o porque pedimos cosas malas. Que traducido resulta NOO porque un TAC es caro; NOO porque un TAC tiene efectos secundarios o indeterminados en un 3% de los casos; NOO, porque si un TAC me encontrase un tumor, tendría un problema que antes no existía. Yo estaba experimentando sentimientos encontrados: elegí especialista en mi cuadrante del seguro por orden alfabético, y me había topado con: ¿Agustín (San), Buster Keaton, Caligari, Mabusse, Mengele, o un terapeuta homeopático y perturbado como el de la película TOC TOC? Total, que he desistido. Si nos encontramos por la calle y ustedes ven que les miro con una simpatía evidente pero confusa o errática, les ruego que si deciden pegar la hebra conmigo se identifiquen (nombre suyo y circunstancias de nuestra amistad). Y si no, tampoco pasa nada. Como decía Baroja, en el fondo, más allá de los nombres, la cuestión es echar el rato.

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