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Análisis

ana sofía pérez bustamante

Ricky Martin, mírame

Corem "¿Me pongo las lentillas o las gafas?", le pregunté a mi marido justo antes de salir para el concierto de Ricky Martin con mi vestidito fresco e ideal. Una mirada matrimonial hiperrealista precedió a su respuesta: "¿Tú te crees que Ricky Martin se va a fijar en ti?". Oh, maleva desventurada, ¿había llegado yo a concebir una ilusión tan aberrante, una vida tan loca? …Se respiraba un ambiente tan extraordinario de expectación que a cualquier persona humana le apetecía sumarse a la atmósfera de asombro y maravilla.

Muelle de Cádiz. Cuatro zonas de pago. VIP 1 y VIP 2, pegadas al escenario, se veían colapsadas. La clase cuarta, apegotonada contra las vallas lejanas, parecía una sinécdoque del mundo como gulag. Pero al final de la clase 3 había un pasillo con aire donde se podía ver, vivir, beber y bailar sin sudar ni un poquito. El sonido, con la levantera, se torcía en el aire y no llegaba bien. En medio de la masa yo pensé en las teorías de Unamuno sobre Don Juan Tenorio. He aquí Ricky Martin: un hombre bello, con una voz turbadora y un cuerpo digno de un poema de Luis Cernuda. Cuando canta y cuando baila no existe la edad: todo es seducción, promesa, vigor y música. Unamuno pensaba que don Juan actúa como el dios Eros: enciende el deseo para que luego la especie se propague más allá del glamour. Don Juan es propiamente un polinizador. Yo veía a la multitud polinizada y pensaba también en qué significa un ídolo: es una fuente de vida. Mi amiga Silmara, a mi lado, se restituía de golpe a su adolescencia en Brasil, cuando quería tanto ir a ver a Ricky con su grupo los Menudos que, como no pudo ser, cayó varios días en cama enferma de disgusto. Ahora, como Lázaro, ella estaba ahí, viviendo sus 15 años en la estación total. Otra amiga, Emi, estaba convencida de que Ricky la vería, le firmaría un póster gigante, le dedicaría una canción a su hermana, que era una fan que murió de cáncer. Qué losa tan pesada la de la fama del ídolo: "pero una palabra tuya bastará para sanarme de mi vida". No me puse las lentillas, no, pero sé que cualquiera, cuando mira a través del mito del deseo, está pensando y sintiendo: "Hola, Ricky Martin, soy yo, estoy aquí. Mírame". No existe el tiempo y no existen las gafas.

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