Análisis

Marcos Peña

Párroco de San Agustín

Quitarse el sombrero, no la cabeza

Chesterton dijo: "Para entrar en la iglesia hay que quitarse el sombrero, no la cabeza", y pienso que tiene razón. Digo esto a propósito de los comentarios que han hecho algunas personas al artículo publicado en el Diario de Cádiz del día 22 de este mes de marzo y que llevaba por título "El coronavirus en los conventos de Cádiz". Son dos personas, en concreto, a las que me gustaría llamarles por su nombre, pero lo desconozco porque no creo que el que usan para firmar sus comentarios revele su identidad real.

"Han entendido [los frailes] que la mejor protección la da el aislamiento y no Dios", dice uno. Lo normal es que Dios actúe, no por medio de milagros, sino respetando las leyes que Él mismo ha puesto en su creación. Pero también nos ha dado uno de los dones más preciados para que conozcamos esas leyes y sepamos a qué atenernos en cada momento: la inteligencia. Esa es la que debemos ejercitar siempre, siendo responsables, prudentes, precavidos, evitando toda insensatez temeraria. San Agustín nos enseñó que el cristiano no puede rehuir el martirio, pero tampoco arrojarse imprudentemente a él. La Iglesia no puede dejar de celebrar los sacramentos, pero tampoco debe causar daño a quienes se los administra. Y ahí es donde cada superior del convento debe optar responsablemente por una u otra decisión. Como sucede actualmente en España a nivel de diócesis: cada obispo decide si se mantienen abiertos o si se cierran los templos, teniendo en cuenta las circunstancias de cada lugar.

Los dos conventos femeninos de clausura de nuestra capital viven la clausura de manera aún más estricta procurando "respetar todas las normas, en la medida de lo posible", ocupando su tiempo en rezar "por la pronta recuperación de los afectados". Y de los cuatro conventos masculinos (incluyendo el convento de los dominicos), tres mantienen las puertas del templo abiertas, al menos unas horas al día.

Estos son los hechos. Ahora vienen las interpretaciones; aquí, cada uno hace las suyas. Pero llama la atención que se fijen sólo y exclusivamente en lo que ellos consideran negativo. ¿Qué tiene de malo que cualquier persona responsable cumpla lo mejor que pueda las normas que para esta situación está dando el Gobierno, y aproveche el tiempo de "confinamiento" orando, reflexionando, meditando, rezando por los demás… ya que si abre el templo no acude nadie? ¿Eso va a salvar vidas humanas y a evitar la pérdida de empleo, como sugiere alguno? Aquí se cumple del dicho: "Nunca llueve a gusto de todos". Si abres, porque abres; y si cierras, porque cierras.

Parece que algunas personas aprovechan cualquier situación para acusar a la Iglesia de no hacer nada -o no lo suficiente- por los más necesitados, sin informarse de lo que realmente está haciendo, fijándose tan solo en un caso que ellos conocen y que no hacen lo que ellas creen que deberían hacer.

Pero aquí, en Cádiz capital (hablo solo de algunos datos que conozco al día 22 de marzo) en medio de esta situación de contagio, algunas Cáritas continúan atendiendo con todas las precauciones y medios prescritos por la autoridad sanitaria. En estos momentos, hay 49 personas migrantes acogidas en Tartessos, entre ellos muchos de los jóvenes extutelados que andaban por las calles de Cádiz. Tartessos al completo. No cabe nadie más. Las religiosas de San Vicente de Paul están enviando cien bocadillos cada día para las personas sin hogar que están acogidas en Elcano. Las religiosas del Rebaño de María de Cádiz atienden a personas con dificultades, entregándoles bolsas para comer y cenar. Y tienen un dispositivo preparado para ayudar por si queda alguien sin atender…

Y estoy seguro de que hay otras instituciones y personas anónimas -ángeles de la guarda- ayudando en silencio a otros. Ya ven, algo se está haciendo. Y en la Iglesia todos tienen cabida, cada uno con sus propios dones: unos repartiendo comida, ropa, acogiendo migrantes, haciendo mascarillas… Y otros rezando, porque también es necesario. ¿O nunca han oído al Papa Francisco terminar sus alocuciones diciendo: "No se olviden de rezar por mí"? Por algo será.

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