Análisis

José Lorenzo de Motrico Álvarez

Médico psicoterapeuta

El Poder y la enfermedad: el síndrome de Hubrys

David Owen (1938) fue un médico inglés que inició su carrera como médico neurólogo, y además comenzó a tomar parte de forma paulatina en la política de su país y del partido político Laborista en el que se integró, fue ascendiendo y llevando a cabo una actividad cada vez más intensa e importante que le llevó a dejar el ejercicio de la medicina y dedicarse exclusivamente a la práctica de la política, cada vez en puestos de más elevada responsabilidad, hasta llegar a ser Ministro de Sanidad y de Asuntos Exteriores del Reino Unido (1974-79), miembro del Parlamento y de la Cámara de los Lores, empleos desde el que tuvo la posibilidad de conocer a numerosos dignatarios de diferentes países, Jefes de Estados y de Gobierno, Ministros, y personas célebres, que han dejado su impronta en el curso de los acontecimientos de nuestra época y en sus diferentes países. También fue cofundador del Partido Socialdemócrata.

El conocimiento de las distintas personalidades que pudo tratar y observar, en consonancia con su vocación y preparación como médico propició que se fijara en los comportamientos y en las distintas enfermedades que tenían y padecían las personas relevantes con las que trataba, y cuya influencia y estados de ánimo afectaban a la toma de decisiones que podían ser cruciales para las sociedades, no sólo del país que dirigían sino también de su entorno e incluso mundiales. Ello le llevó a estudiar a otras personalidades en el mundo del Poder, su relación entre las distintas decisiones que tomaban y su estado de salud, tanto física como mental. (Hitler, Stalin, Eisenhower, Churchill, etc).

Escribió varios libros y en uno de ellos titulado “En el Poder y en la Enfermedad”, describe un conjunto de rasgos conductuales (signos) que tituló como “Síndrome de Hubris (Hybris)”, en griego “soberbia”, que como denominador común afectaba a muchos mandatarios, y afirma que estos rasgos aumentan en cantidad e intensidad dependiendo del tiempo que ostenten el poder.

Asevera que es necesaria la presencia de más de tres o cuatro síntomas del siguiente cuadro para que se pueda determinar el diagnóstico de padecer este síndrome, que paso a describir textualmente:

1) Propensión narcisista a ver el mundo como un escenario donde ejercitar el poder y buscar la gloria en vez de un lugar con problemas que requieren soluciones.

2) Tendencia a realizar acciones para autoglorificarse y ensalzar y mejorar su propia imagen.

3) Una preocupación desmedida por la imagen y la presentación.

4) Una forma mesiánica de hablar de lo que están haciendo y una tendencia a la exaltación.

5) Una identificación de sí mismos con el Estado hasta el punto de considerar idénticos los intereses y perspectivas de ambos.

6) Una tendencia a hablar de sí mismos en tercera persona, o utilizando el mayestático “nosotros”.

7) Excesiva confianza en su propio juicio y desprecio del consejo y la crítica ajenos.

8) Exagerada creencia -rayando en un sentimiento de omnipotencia- en lo que pueden conseguir personalmente.

9) La creencia de ser responsables no ante un tribunal terrenal de sus colegas o de la opinión pública, sino ante un tribunal más alto: la Historia o Dios.

10) La creencia inamovible de que en ese tribunal serán comprendidos y justificados.

11) Inquietud, irreflexión e impulsividad.

12) Pérdida de contacto con la realidad, a menudo unida a un progresivo aislamiento.

13) Convencimiento de la rectitud moral de sus propuestas ignorando los costes, una obstinada negativa a cambiar de rumbo.

14) Incompetencia ‘soberbia’ por excesiva autoconfianza y falta de atención a los detalles.

En suma, el Síndrome de Hubrys se trata de un trastorno derivado de la posesión del poder, afecta sobre todo a personas con responsabilidades de gobierno, pero puede afectar a cualquier persona con poder, en cualquier ámbito de la actividad humana: la política, las finanzas, lo militar, el deporte, la religión o la propia medicina. Si existen unos rasgos en la personalidad de tipo narcisista, aumenta la probabilidad de que aparezca el síndrome, debido a que ambos tienen unas características muy comunes. La pérdida del poder suele remitir la intensidad del síndrome. Teniendo en cuenta la frecuencia de elecciones que estamos viviendo actualmente es necesario divulgar, para conocimiento general, las consecuencias patológicas que pueden desencadenar el poder como enfermedad.

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