La Congregación de las Hermanitas de los Pobres recibía en la tarde del jueves la Medalla de Oro de la ciudad en virtud de un acuerdo plenario que respaldaba de manera unánime la propuesta del PP y reconoce la labor que este colectivo ha tenido para con los ancianos más desfavorecidos durante 135 años: en aquel 1883, como recordaba la superiora, Carmen Gómez, que acudió al homenaje en compañía de las hermanas Judith y María Concepción, un grupo de monjitas arribaba a la ciudad con 10 céntimos como todo capital, iniciando una hermosa historia de amor cristiano.

Falta poco tiempo para que las Hermanitas se marchen de El Puerto, debido a una falta de vocaciones directamente relacionada con la progresiva pérdida de valores que afecta a nuestra sociedad, pero al menos la máxima institución local, el Ayuntamiento, representada por la Corporación, ha sabido distinguir a quienes han hecho del compromiso altruista con los necesitados un modo de vida.

Lo único que no me gustó del acto fue la escasa presencia de público, en torno a 40 personas en un Teatro Municipal Pedro Muñoz Seca cuyo aforo es de 600. Varios errores han concurrido para que se produjera tan triste e injusto hecho: desde el Ayuntamiento se debió realizar mejor ese trabajo captador de asistentes y los medios de comunicación tendríamos que haber insistido en la convocatoria (es posible que más portuenses de lo que pueda pensarse desconozcan que la asistencia a las sesiones plenarias es libre), aunque no quedan exentas de culpa otras responsabilidades colectivas y particulares.

La verdad es que numerosas instituciones y personas a título individual habían respaldado la concesión de la medalla pero, al cabo, el acto fue seguido por un público muy escaso en número, contexto en absoluto acorde a la magnífica entrega ofrendada por estas monjas, aunque de seguro que ellas, en su humildad, concentradas en sus quehaceres solidarios, no reflexionarán tanto sobre dicho aspecto como lo hacemos quienes allí estuvimos. Consolémonos pensando en la importancia de la distinción recibida y en que aquellos a quienes compete tomarán nota para que no se produzcan hechos similares en el futuro.

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