Hace mucho entrevisté a don Francisco García Ráez para Mirador de San Fernando. Titulé aquel trabajo '20 años de alcalde, 20 de silencio'. El alcalde franquista y general de la Infantería de Marina había guardado silencio desde su cese en la entonces 'Casa Amarilla' de la Plaza del Rey. Exactamente 20 años, los que hacía desde su despedida. Recuerdo que era un hombre de aspecto adusto, serio, poco sonriente, muy desconfiado pero estuvo comunicativo, sincero y hablador. Como ocurre con estas entrevistas no todo se publica, pero el entrevistador lo guarda en sus notas y en su memoria. Lo traigo aquí hoy del mismo modo que añado un recuerdo de Avelino Arias Soto, porque me dijo más o menos lo mismo. Y los traigo a los dos alcaldes, ya fallecidos, a cuenta de lo sucedido en la calle Jorge Juan, cuyas imágenes "han dado la vuelta al mundo" y cuya noticia ha sido leída en muchos informativos radiofónicos. Las imágenes de un camión enorme, de esos que llevan una hormigonera encima, que casi se engulle la bonita calle adoquinada del barrio de la Iglesia (Mayor). Me dijeron esos dos alcaldes, con algún sentimiento de no sé, ¿incomprensión?, que habían invertido grandes cantidades de dinero en alcantarillados (fue la palabra) pero que 'como eso no se ve'… Era a modo de reproche al poco aprecio de los vecinos a estas inversiones que van por debajo, que no se ven… Y que, siendo tan importantes, no eran tan vistosas como los parques y jardines y así. García Ráez, aún sabiendo lo que digo, se sentía muy orgulloso de aquellas obras que consiguió como entonces se conseguían las cosas, llamando a las puertas adecuadas y logrando en la verticalidad 'del mando' los fondos necesarios. Porque los ayuntamientos de la España de los 40 eran los pobres de los pobres de un país devastado por una guerra civil e inmerso en la represión, el miedo y lo que muchos se empeñan en que no superemos. Digo que el éxito grande de aquella gestión del alcalde franquista fue, nada menos, que llevar el agua corriente a muchas casas. Y he aquí que no sé, se sintiera tan orgulloso. ¿Qué nos ha dicho la calle Jorge Juan, la hormigonera medio deglutida por el gran socavón? En primer lugar que no es la única calle así, a punto de abrir sus fauces a un camión, a un vehículo y a saber si a una persona. Y que puede que haya llegado el momento, también, de invertir en lo que no se ve, en las calles que se hunden por un poco de peso y unos días de más de lluvias. Es momento de técnicos municipales informando del estado de muchas calles de la ciudad. Y de una oposición que se gane su jornal, que no es malo, por cierto, trabajando sin demagogia en esta defensa de la seguridad y el bien general. Eso.

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