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Yo te digo mi verdad

Freno al tranvía

Los siglos van en la dirección que van, y el tranvía deberá enfrentar obstáculos no previstos

Con la suspensión por unas horas de algunos servicios del tranvía nada más estrenado, la cada vez más potente celebración de Halloween (aprenderemos antes a pronunciar bien el nombre de esta fiesta anglosajona que el de Trambahía) se ha perdido una ocasión de oro. Se ha dicho que la previsible acumulación de viandantes, muchos de ellos heridos de muerte, vendados hasta la cabeza o en un estado entre catatónico y zombi, o entregados a la noble tarea de morder el cuello de los descuidados mortales y por lo tanto poco atentos a una cosa tan poco gótica como un convoy eléctrico, podría hacer peligrar el normal discurrir de este moderno medio de transporte por la principal calle de San Fernando.

Pero sin embargo, el mantenimiento del recorrido normal de los trenes por la antaño señorial y decadente calle Real y ahora tenebrosa Elm Street o Rue de la Morgue, habría añadido tensión dramática a la truculenta celebración calabacera, con las máquinas circulando a una velocidad superior a la permitida, entre la gente desmadrada, que podría haber aplacado su sed de sangre con algún atropello ferroviario, digamos que simulado. O no, quede apuntada esta idea para próximas ediciones.

Entre los sueños optimistas para el futuro de este pueblo que he tenido a lo largo de mi vida han figurado el de una industria naval de fuerza recuperada, el aprovechamiento de la riqueza líquida que nos rodea con esteros y salinas, el atractivo cultural que la gran fuerza magnética de Camarón podría engendrar, el tirón de futuro que podrían tener algunos genios de la industria visual y digital nacidos y radicados en San Fernando, la singularidad turística del paisaje marítimo y natural… pero nunca que aspiráramos a convertirnos en referente nacional por la celebración de una fiesta que en todo caso favorecerá a los productores de salsa de tomate. Algo así como si Rentería pusiera sus esfuerzos, y lo consiguiera, en ser centro mundial de las chirigotas callejeras.

Pero los siglos van en la dirección que van, y el recién nacido tranvía (o como se diga) se deberá enfrentar en próximos futuros a obstáculos no previstos por ingenieros ni urbanistas, como tener que parar su ya dificultosa marcha por causa de monstruos, procesiones normales o magnas, e incluso, quién sabe, cortadores de jamón y disfrutadores de 'noches blancas'.

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