Epaminondas coge en su libro el caso del Flaco Donald, que jugó menos de media temporada hace más de cincuenta años. Cuenta que un joven americano muy delgado se presentó en las oficinas del club. Le había gustado la ciudad y quería jugar al fútbol pero no tenía experiencia. Le dijo al Presidente que tenía intención de jugar en el primer equipo. "Lo siento, no fichamos a jugadores sin experiencia", respondieron. "No me ha entendido", contestó el muchacho, "ustedes no me fichan a mí, soy yo el que ficha al club".

Explicó que él no cobraría, sino que pagaría al Cádiz el triple de lo que cuesta una ficha de un jugador de la categoría, además de un plus por cada partido que jugase. Una buena oferta. Le hicieron ficha. Por su delgadez le llamaron el Flaco Donald.

Una vez iba convocado para un partido fuera de casa y no le gustó el alojamiento contratado por el equipo. Le dijo al directivo que él se iría a dormir a un hotel de cinco estrellas que había cerca. "Eso no está bien, se trata de un equipo, y nadie debe estar alojado en otro lugar", respondió el directivo. "Tiene usted razón. Toda la expedición vendrá conmigo al hotel. Yo lo pago". Así era el Flaco.

En otra ocasión le pitaron al Cádiz un penalti a favor. Él no tiraba penaltis pero cogió el balón y se dirigió al portero. "Voy a tirar a mi derecha, así que tú tírate al otro lado y recibirás una gratificación". El portero pensó que era un engaño y que el Flaco tiraría a su izquierda, pero el Flaco no mentía y marcó el gol.

Ese lunes se despidió del club. Regresaba a su país. Estuvo poco tiempo y no se le recuerda mucho. A Epaminondas le costó encontrar a un jugador de esa época. "Ah, sí, me acuerdo del Flaco Donald", le contó, "creo que su apellido era Trump".

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