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Análisis

Enrique Montiel

Estampas de verano

No estábamos acostumbrados a esta tómbola de la fiesta y la alegría en el verano

Vivimos deprisa, el tiempo se consume sin darnos cuenta. Sobre todo el tiempo de la alegría y la felicidad. La Isla de julio y agosto ha sido ese tiempo. Porque julio fue un mes templado y poco ventoso, para su costumbre. Agosto apretó un poco el dogal, mas soportablemente. Trajo una vez más el dilema si verano o invierno. A mí, el frío. A mí, el calor. Etcétera. Pero hagamos memoria y comparemos, que todas las comparaciones no son odiosas. Digo que la Venta de Vargas ha estado genial este verano. Su apuesta por el flamenco, la ciudad y el futuro se ha demostrado en este local de la magia de la ciudad. Y los espacios públicos. 42 días de flamenco y otras músicas. Dos meses de flamenco de guardia. Y otras músicas, insistamos. Pero me quedo con dos estampas, o tres. La Susi en la Venta, Tomate y su hijo en la calle Real, Sophia Quarenghi y Joaquín el Zambo en el patio del castillo de San Romualdo. Y, sobre todo, la que formó Carolina Castilla en las arenas de la vieja playa de La Casería, donde el Bartolo, el otro polo lleno de magnetismo de San Fernando, el lugar que hay que visitar, y disfrutar. Un poco como lo de Lola Flores en el diario de NY - No sabe bailar ni cantar pero no te la pierdas-. Digo que Sophia Quarenghi puso un violín lleno de alma a nuestra música "soul", el flamenco-verité que vimos el jueves en el patio de nuestro viejo ribat. Con la maravillosa voz de Joaquín el Zambo. En especial una granaína de ecos seculares -Manuel Torre, don Antonio Chacón- en donde el violín introducía la suave melancolía de la música en la voz del jerezano, llena de compás flamenco, de ecos lastimeros y de melismas maravillosos.

Y Carolina Castilla. Carolina y su hermano Jesús son dos flamencos de La Isla que no paran de crecer, en el arte, en la interpretación y en la seguridad en sí mismos. Carolina, que oímos por fandangos de Antonio Alías de la Torre, otro grande de La Isla, en el "Mesón del Duque", para entendernos, con una seguridad y una belleza inusitadas, en las arenas de la playa de La Casería levantó a la gente de sus asientos por sevillanas, llenó de compás el aire por tangos y puso a bailar a todos por bulerías. Más arte no se puede.

No estábamos acostumbrados a esta tómbola de la fiesta y la alegría en el verano de la ciudad. Era posible hacerlo, lo han hecho posible. La iniciativa privada, la iniciativa pública. Con sus nombres propios, por supuesto. Y con una voluntad de tener una presencia en la agenda del verano de la provincia.

Ya decía, un verano lleno de estampas inolvidables.

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