Dos personas manifiestan alternativamente sus ideas o sus afectos. Se escuchan. Y entonces se produce la empatía, la posibilidad de entenderse. Parece muy sencillo, pero no es fácil mantener un diálogo. Mucho menos escucharlo en los medios. Por eso me gustan cada vez más las entrevistas de Ricardo Moya en YouTube. El nombre del programa es “El sentido de la birra, charlas para una inmensa minoría”. Se cita con alguien en un bar, una cafetería, una librería... y, mientras se toman una cerveza, dialogan. Habla más el invitado porque Ricardo, que es también músico y humorista, y que se ha preparado muy bien el encuentro, sobre todo escucha. Tiene las entrevistas clasificadas con etiquetas tan interesantes como “Hazme pensar”, “Para reírme un rato”, “Mi vida es la música”… Los entrevistados son muy variados, músicos, científicos, filósofos, gente de la tele, humoristas… Duran más de una hora. No hay prisa. Nunca se hacen largas. Con la de Piedrahita tuve la sensación de que me podría quedar toda la tarde escuchando a este hombre.

Creo que el éxito del formato es precisamente lo inusual que resulta ahora que dos personas se sienten juntas a escucharse de verdad. No me refiero a que una se quede callada mientras la otra habla esperando el turno para intervenir y soltar un discurso preparado, casi siempre vacío, ni a que haya interrupciones constantes llenas de gritos o salidas de tono. Me refiero a una charla amable, profunda, calmada, donde poder explicar los pensamientos, las ocurrencias, el origen de ciertas historias…

Si recuperáramos el diálogo, estoy segura de que nos iría mejor. Podríamos entendernos, ayudarnos, apoyarnos. Habría menos gente sola, volveríamos a creer en la política, confiaríamos en el diálogo social… Vale, me he venido arriba. El remanso de paz de “El sentido de la birra” me ha devuelto por un momento la fe. Y eso que yo ni siquiera me estaba tomando una cerveza.

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