Turismo Cuánto cuesta el alquiler vacacional en los municipios costeros de Cádiz para este verano de 2024

A los rasgos, temperamento y carácter, distintivos y propios de un individuo o de una colectividad se le llama idiosincracia. La idiosincracia nos define, pero a veces el paso del tiempo, las influencias o ciertos acontecimientos potentes y rotundos pueden acabar por modificarla. Esto viene a cuento de nuestra forma de vivir el ocio en España, inseparable de las barras de los bares. Ya lo cantaba Gabinete Caligari: Bares, qué lugares/ Tan gratos para conversar/ No hay como el calor del amor en un bar. Yo no sé ustedes, pero a mí la costumbre de vagar de bar en bar tomando una caña en cada barra con una tapita me parece un acierto insuperable. Habrá quien piense que es una incomodidad estar de pie, pero esa comunicación rápida con un camarero profesional, la oportunidad de charlar en grupo y redirigir la conversación en varias líneas que a veces se cruzan me resulta una forma de socialización inmejorable.

Pero entonces llegó la pandemia, de la que se supone que saldríamos mejores y con tantas cosas aprendidas. Y resultó que no, que lo que aprendimos es a ser menos sociables y más egoístas; descubrimos que había mucha gente más dispuesta a creer en cuanto bulo apareciera en las redes que en la información verificada; y descubrimos que sentaditos, previa reserva de mesa, era mucho más cómodo. Para el local, claro. A nosotros, pasada la dichosa emergencia sanitaria, nos está fastidiando. Se está perdiendo la espontaneidad tan nuestra de quedar en cualquier sitio y a cualquier hora y entrar en el bar que más nos apetezca. Pero es que encima, cada vez son más los locales que contestan eso de “no, en la barra no servimos”.

Pasar por bares y terrazas a buena hora y encontrarlo todo vacío con las mesas perfectamente preparadas y reservadas, me da mucha rabia. El domingo lo sufrimos en la Feria de Jerez, ahora llega la de El Puerto. Ya estoy temiendo que nos sumemos a la moda. Casetas convertidas en comederos en los que ni suena la música para bailar.

Ya sé que hay que adaptarse a los tiempos, pero tampoco es plan de ir perdiendo poco a poco lo que nos hacía tan singulares. Por favor, un poco de espontaneidad. Más barras y menos agendas, que estamos de ocio.

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