No hay nervios en el estómago, ni ensayos, ni preocupaciones para que todo esté a punto para cuando llegue el día de la salida. No se ven bolsas con capirotes, ni movimientos de entrada y salida de gente en las casas de hermandad. No aparecerá la tradicional pesadilla de Cuaresma en la que llegas tarde a la iglesia el día que sale tu cofradía a la calle. Tampoco disfrutaremos del momento de probar las túnicas a los pequeños y comprobar cómo han crecido de un año a otro. Ni hablar de las reuniones para decidir las marchas procesionales, las conversaciones con el fiscal, con el mayordomo o el hermano mayor, los wasaps de convocatorias, las visitas continuas al templo para estar cerca de tus titulares. Un año más es el momento de la reflexión, de la intimidad, de mirar para adentro y potenciar aún más la labor social. Al menos, siempre nos quedarán las tertulias cofrades por wasap con los amigachos para aprender y pasar el rato.

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