Análisis

Guillermo Alonso Del Real

Campaña sobre campaña

Sí, sí, acierta usted: y sobre campaña, una. Pues la de Navidad pasó hace semanas, dejando en el paro a varios miles de contratados al efecto por comerciantes filantrópicos, especialmente aquellos que detentan el poder en grandes empresas, que nos informan de que ya es verano, primavera o tosantos en sus acreditados establecimientos. Cuesta de enero al canto, rebajas al canto y así, como decíamos, campaña sobre campaña.

En la otra rama del comercio, la de la política, la política mal entendida, parece que también andamos en campaña permanente. En Andalucía creíamos haber salido de ella, tras las autonómicas, pero nos encontramos con bochornosas fotos de los nuevos gobernantes haciéndose ver junto al pozo donde cayó el pobre niño Julen acompañados de un sujeto miserable que explota sin escrúpulos su propia tragedia familiar. Bastante feo.

Y a cuatro meses de elecciones municipales, europeas, autonómicas y no se sabe si también generales, bastantes partidos no dejan de menearse por dentro y hacia fuera en el intento de hacerse con cualquier grado de poder. Es que no paramos. Se trata de un montón de tiempo y de dinero, público por cierto, el que se emplea en ese empeño. Y también por cierto, parece ser que en campañitas pretéritas alguno que otro gastó mucho más que lo permitido y que ese mucho más fue justificado a base de trampas, con facturas falsas y todo. Como confiamos en la Justicia, como todo el mundo (dicen), esperamos que ella les pase ahora factura a los malversadores, por más que alguno (o alguna, nada de discriminar) parezca salir siempre de rositas alegando ignorancia, que más suena a frescura o a estupidez fingida. En esa Esperanza estamos.

Personalmente sería partidario de reducir todo lo posible los tiempos de campañas y pre-campañas, porque de ese modo es fácil que se redujeran los gastos y que los políticos se dedicaran a gestionar la cosa pública, que es para lo que están ahí y para lo que les pagamos, en lugar de andar todo el rato de la ceca a la meca en plan viajantes de comercio, noble profesión por la que siento mucho respeto y, por eso mismo, denuncio este intrusismo profesional de los barandas. En otros países se practican estas limitaciones y resultan ser los que mejores resultados obtienen, por ejemplo, en servicios públicos. Claro que con una fuerte carga tributaria, pero es curioso cómo los ciudadanos la asumen sin problemas, porque saben que será bien empleada. Yo suelo desconfiar de los gobernantes que prometen menos impuestos, porque entiendo que van a invertir poco y mal en los mentados servicios.

El caso extremo de las malas campañas se produce cuando estas se realizan, no a favor de algo o de alguien, sino contra alguien o algo. Por eso estoy en contra de los llamados "cordones sanitarios", incluso cuando se plantean contra alguien con cuyos criterios estoy en completo desacuerdo. Prefiero que nos dediquemos a defender nuestros propios proyectos en buena lid democrática y a criticar los ajenos con la mayor elegancia posible.

Y eso de la elegancia parece ser enormemente difícil, incluso a menudo falta por completo y se cae en la chabacanería y en la grosería menos aceptables. Me ha parecido indecorosa la actuación de Pablo Casado, Presidente de uno de los partidos más importantes de España, arremetiendo con insultos procaces contra el Presidente del Gobierno, que hoy es del Partido Socialista, pero podía ser de otro Partido y sería igual de lamentable. Tachar de traidor a alguien es algo gravísimo, porque se le acusa de un delito contemplado con severidad por nuestro Código Penal, la felonía es casi un término sinónimo e implica vileza, tanto que se aplicó a Fernando VII, el rey felón. Cuestionar la legitimidad de un Presidente del Gobierno es tanto como poner en duda la legitimidad de nuestro sistema democrático y, por ende, de nuestra Constitución. ¿No éramos tan constitucionalistas? A mi no me gustaba la política de Mariano Rajoy, pero nunca hubiera puesto en duda su legitimidad, porque estaría poniendo en duda la legitimidad de nuestro sistema político. Tenemos que respetarnos a nosotros mismos, o nadie nos respetará.

Lo de las campañas prolongadas, decía, es un perfecto latazo. Hoy, cuando escribo estas líneas, leo en Diario de Cádiz que el PP local ya está montando asambleas para organizarse frente a las municipales, lo cual no es ningún desdoro, pero sí una pesadez. Me consta que los otros partidos locales andan en las mismas aproximadamente. ¡Quillos, que estamos en Carnaval! ¿No podías dedicar algo de tiempo a las comparsas, las chirigotas, los coros y los cuartetos? Eso relaja mucho, aunque también en esto del Carnaval haya sus más y sus menos, sobre todo entre los carnavaleros profesionales, especie verdaderamente molesta que está desviando por completo el carácter lúdico de unas fiestas que bien pudieran ser de todos, si consiguiéramos sacarlas de lo meramente institucional.

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