Esto es la hostia!". Pido perdón a quien se ofenda por comenzar así este artículo, pero esas fueron las espontáneas palabras que pronunció Marcelino Camacho en el momento de firmar los Pactos de la Moncloa (el 25 de octubre de 1977). Y es que aquello era muy grande. El sindicalista, poco antes preso en Carabanchel, se veía ahora sentado en la misma mesa con el presidente del Gobierno, con los dirigentes de los partidos políticos, algunos de ellos perseguidos casi hasta la víspera, con los grandes empresarios y otros sindicalistas. Aquello que era muy grande, era la Transición: el intento de construir, entre todos y sin mapa previo, una España más libre, justa y democrática. Y, a pesar de muchas dificultades, en gran medida se logró. Eso hay que explicárselo a quienes, por no haberlo vivido, lo desprecian.

La España democrática fue posible gracias a que cada español puso su parte. El Rey Juan Carlos I también puso la suya, que fue decisiva y que nunca podrá ser ignorada. Si por esa contribución se puso su nombre a una avenida de Cádiz, me parece muy bien. Y añado: estoy en contra de cambiar ese nombre.

Si posteriormente, y en esferas de su vida privada, se demuestra que ha metido la pata, tendrá que cargar para siempre con las consecuencias de sus actos, pero sin cambiar lo primero ni pretender manipular la historia.

Será bueno poder explicar a nuestros hijos y nietos que la Transición la hicieron personas de carne y hueso, no seres perfectos. Pero que la hicieron porque querían una España mejor y estaban dispuestos a colaborar para conseguirla. Y habrá que explicarles que eso que se pudo hacer en el pasado, también ellos y ellas podrán hacerlo en el futuro cuando les llegue la hora de, por el bien común, hacer algo grande con sus vidas.

Hasta aquí mi opinión. Otro día escribiré sobre Pemán, cuya presencia, he leído, quiere hacerse desaparecer del espacio público gaditano. Otro intento de cambiar la historia. Otro error, en mi opinión, que nos perjudica a todos. Ya les diré por qué.