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Escribo en martes, día de gitanos en El Puerto y más bolsas de plástico en la playa de La Puntilla. Ni se imaginan cómo se nota. Y digo yo, si las vamos a tirar, ¿para qué las pedimos?, porque si las dejamos de pedir, quizás las dejen de dar, de modo que sin causa no habría consecuencia, en este caso nefasta.

Según un estudio dedicado a este fenómeno de los plásticos, parece que desde 2010 ha disminuido un 30% la cantidad de plásticos en el mar gracias a la medida de cobrar las bolsas del supermercado impuesta por algunos países, y es en sus aguas donde más ha disminuido la cantidad de plásticos. No está España entre ellos, cachis, nosotros vamos con retraso y no es una obligación en todo el país ni mucho menos, pero mientras aquí nos lo pensamos, los hay que van más allá, a dios gracias.

La preocupación de algunos por el exceso de plásticos en sectores como la alimentación y por el impacto ambiental de su mala gestión, agudiza el ingenio del pelotazo y facilita la aparición de respuestas para minimizar este problema de alcance global. Entre ellas, ya hay una cadena de supermercados holandesa que pone a disposición del consumidor hasta 700 productos de alimentación y bebidas en los que no se utilizan plásticos, además de evitarlo en las bolsas y embalajes, ofreciendo otras alternativas con certificación ecológica. Mola que haya gente planteando soluciones frente a otros que venden mandarinas peladas envueltas en plástico reciclado, pa matarse.

De las cinco "islas de plástico" que hay en los océanos, la del Pacífico Norte tiene ya 1,6 millones de kilómetros cuadrados y pesa 80 mil toneladas métricas, ¿y nos extraña ver a un pobre animal de 10 metros con 29 kilos de plástico en su vientre? No debería hacer falta para imaginar que eso es lo que ocurre cada segundo en el mar, ellos mueren y su madre llora impotente, revuelta y enferma. Ni siquiera pide acción, con la inacción bastaría. Yo, después de llevar meses paseando por la Puntilla sobre toneladas de basura y ver el ingenio que le ponemos, entiendo su cabreo y la manera enfurecida de reclamar lo suyo y devolver lo que no le pertenece y le hace daño a sus hijos, como haría cualquier madre. De modo que benditos temporales que la limpian un poquito y dejan nuestras vergüenzas al descubierto, por si hiciera alguna falta.

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