Análisis

Manolo Fossati

Aplausos para siempre

Cuando esto pase, los intereses políticos y económicos seguirán tirando de la cuerda sanitaria hacia su lado, y el individualismo de muchos pacientes se centrará en exigir lo suyo, demostrando que esta solidaridad de cantos de resistencia y aplausos que rompen el aburrimiento son, tal vez, puro teatro

Está muy bien lo de los aplausos a los sanitarios. Muy bien. Es lo menos que se merecen los que no tienen descanso, aquellos para los que el confinamiento, que para la mayoría son un montón de horas pensando qué hacer, suponen el lado contrario, es decir un montón de horas más de esfuerzo. Salgo a aplaudir como todos, tengo motivos personales para hacerlo más fuerte que muchos, aunque algunas veces cuando me acuerdo ya han pasado las ocho de la tarde.

Pero hay que lamentarse de que estas palmas del público y esos halagos de los gobernantes lleguen tarde. No me estoy refiriendo al confinamiento. Creo que no hay que reprochar demasiado al Gobierno la tardanza en tomar algunas decisiones sobre cuarentena y limitación de movimientos: nadie las pidió mucho antes y la inmensa mayoría seguimos entonces con nuestros planes. A toro pasado todos somos Belmonte. Y más desde la barrera.

Me refiero a tanto gobernante y responsable político que miraba para otro lado o simplemente negaba la realidad cuando, desde hace ya años, recortaban medios y personal al sistema público de salud. Hablo de los centenares de movilizaciones sin respuesta, de aquella marea blanca ya olvidada que pedía lo que ahora dicen esos mismos gobernantes que no hay. Las mascarillas ya escaseaban entonces. Años y años de acumulación de trabajo, de bajadas de sueldos, de libranzas perdidas, de horarios prolongados, de malas prácticas y abusos también por parte de los usuarios que sobrecargaban consultas y urgenias, de agresiones a los profesionales sin que se impusieran los proporcionales castigos, de tildar de interesado al que osaba levantar la voz.

Se habla mucho de que esta sociedad aprenderá las lecciones que la crisis del coronavirus nos está impartiendo. Yo, optimista nato, soy absolutamente pesimista en este caso. Cuando esto pase, los intereses políticos y económicos seguirán tirando de la cuerda sanitaria hacia su lado, y el individualismo de muchos pacientes se centrará en exigir lo suyo, demostrando que esta solidaridad de cantos de resistencia y aplausos que rompen el aburrimiento son, tal vez, puro teatro.

Y en medio, las de las batas blancas y los de los pijamas verdes o morados seguirán haciendo bien su trabajo, pese a todo.

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