Hay algo inquietante en esta novela del francés Mathias Enard (Niort, 1972) que narra la peripecia de un francotirador en tiempos de guerra. De una guerra no identificada en un lugar nunca nombrado. Es la sangre fría con la que actúa, sin conmiseración ni duda, sin perdonar una vida, pero no sólo eso. Es la relación vagamente amorosa, más hecha de silencios que de palabras, que mantiene con la joven que cuida a su madre enferma, pero tampoco sólo eso. Es la guerra contada desde la perspectiva del verdugo, ver cómo vive un mercenario, alguien para quien la vida humana no vale nada. Ni siquiera, finalmente, la suya, que acaba quitándose (la descuidada edición hace que expire, y no espire, dos veces antes de la única expiración). Enard da con el tono sobrio, desolador y descarnado que el asunto requería.