Arte

Un tiempo para soñar

  • Las ferias de arte de Madrid se celebran, un año más, con ARCO como eje central, y donde muchas cosas buenas han salido de una Andalucía en un momento artístico espectacular

Una de las creaciones de Juan Muñoz.

Una de las creaciones de Juan Muñoz.

Hace treinta años, cuando ibas a Madrid desde provincias, toda la noche en tren, tenías la ilusión de llegar a la capital de España para descubrir un arte nuevo al que, escasamente, habías visto en revistas especializadas –pocas había, pero las encontrabas–. Entonces, que sólo existía ARCO, no tenías que preocuparte por priorizar tantas visitas como tienes hoy – el Reina Sofía, la Marlborough y Soledad Lorenzo, como mucho; el objetivo era ARCO y lo demás, asuntos secundarios–. Ahora, en las algo más de tres horas que tarda el Alvia en llegar, tienes que hacerte muchas composiciones porque son muchísimas cosas las que ver y pocos días para verlas. Tomé la decisión antes de Córdoba: colección restructurada del Reina Sofía y SAM. De entrada, no estaba mal. Era el miércoles y había tiempo.

COLECCIÓN DEL REINA SOFÍA. Horror museográfico y tendencia ideológica

Las críticas que se han venido dando en los últimos días al nuevo planteamiento de la Colección del Reina Sofía las he podido constatar como totalmente acertadas y me temo que hasta escasas. La nueva colección se ha establecido en la primera y cuarta planta. El caos es manifiesto y se tiene conciencia de él desde que pisas la primera sala y llegas a su punto máximo de horror cuando subes, por las torres ascensores, hasta las cumbres del antiguo hospital madrileño que construyó Sabatini. Abundancia de cartelería, de mapas, de propaganda –demasiado sesgada–, excesivas películas potenciado valores de un bando y hasta marcando las rutas contrarias de los del otro... Hay una presencia velada de una preponderancia ideológica; abruma la saturación de información, de planes de urbanismos con su exasperante presencia de planimetría y la literatura que la envolvía, de escaso valor para el espectador medio. Las obras de arte –lo que el público va buscando– aparecen escasamente y cuando lo hacen están inmersas en contextos innecesarios que interesan poco o casi nada. La prueba de lo que digo es que cuando había salas donde las grandes obras aparecían en solitario, los espacios estaban llenos de gente, mientras las salas destinadas a contextualizar estaban vacías y el personal huía rápido de ellas. Hemos encontrado poca obra, de esas que el espectador está ansioso contemplar y que se supone que debe ofrecer un museo como ese. En definitiva, vítores ideológicos de casposa intención para no volver; para avergonzarse de los dirigentes de un museo estatal que, por otro lado, posee una gran colección de arte contemporáneo; de las mejores del mundo. Al parecer, es el tiempo, en lo artístico también, de dar rienda suelta a los intereses intencionados de unos pocos sesgados. ¡Una pena!

SAM. Una bella cajita de nácar para un magnífico contenido

Empezamos el recorrido ferial por este Salón del Arte Moderno situado en el palacete que es sede de la Fundación Carlos de Amberes. Es un espacio mínimo para este tipo de cosas, casi íntimo si se compara con lo que nos queda por ver. Es una especie de caja de nácar donde se atesora, por unos días, importantes joyas del arte del siglo XX. Si piensan ustedes en las primerísimas figuras del arte de ese tiempo; esas que todos tenemos en la mente por importantes y trascendentes, probablemente, puedan ustedes contemplarlas llevadas hasta allí por un corto ramillete de galerías de toda España. Lo mejor era dejarse llevar por lo que se presentaba y experimentar un sueño maravilloso. Magníficos Mirós, Picassos de todos los tiempos, casi todos los de El Paso, vibrantes Feitos, apasionantes Millares, dos muy buenas obras de Lucio Muñoz, algunos Dalí, Tapies matéricos…, y así un largo muestrario de obras salidas de lo mejor que se ha hecho en la historia del arte más inmediato.

ARCO. Siempre ARCO

Con sus dudas, sus problemas, sus vanidades, sus tonterías; también, con su trascendencia, su arte más nuevo, sus novedades… ARCO es el centro del febrero madrileño y todo lo demás no es nada más que un grupo de satélites girando en torno al gran astro que expande su luz desde los pabellones 7 y 9 de Ifema. La presencia de mascarillas verdes que entregaban a los que no llevaban o debían sustituir por las quirúrgicas era la primera rareza de una edición que se numeraba como la 40 + 1. Lo demás casi todo igual que siempre; sucesión de stands con más o menos obras de interés, piezas de artistas rutilantes que compartían escenario con las que creaban muchísimos autores de correcta posición y jóvenes que levantaban su buena cabeza para mostrar asuntos que lograran, desde ahora, tenerlos en cuenta.

Llevo, como decía al principio, más de tres décadas acudiendo a la Feria. De ella ya no me extraña nada. He visto demasiado, lo bueno y lo malo; lo tonto y lo absurdo; lo que, simplemente, eran experimentaciones para llamar la atención y obras sublimes de autores indiscutibles. He asistido a las tonterías mediáticas para vender imágenes –que no obras–; he comprobado lo que se adquiría por mucho dinero y lo que volvía a los lugares de origen por no interesar o por no poderse pagar. En esta edición se repetía casi lo mismo. Algo me llamó la atención desde que entré en el pabellón 7, después de la corte real habitual –este año, sólo con doña Letizia; su presencia siempre agrada como nuestro brandy–: la escultura se hacía presente infinitamente más que otros años que era casi nula. Me alegré enormemente. Después todo lo mismo. Obras de mucho peso –artístico y económico–; autores estelares y otros, infinitos, con ganas de llegar. Numerar no sirve para nada. Los periódicos especializados ya lo han dicho y en las redes lo tienen ustedes. La tontería del retrato de don Pedro, una estupidez más para llamar la atención quien tiene poco que decir. Lo de la vagina, me lo callo; las hortalizas, para olvidar y para fomentar lo absurdo del arte –eso no tiene nada de arte–. Además, afortunadamente, muchas cosas buenas. Entre ellas bastantes salidas de una Andalucía en un momento artístico espectacular. Rafael Ortiz, con un stand redondo, marcaba las rutas de una presencia andaluza grande y sobresaliente. Su segundo stand, con obras del Equipo 57 y Manolo Barbadillo, espectacular. Julio Criado y Carolina Alarcón pisando la Feria con soltura y mucha, mucha, trascendencia. En su stand sobresalía todo y acaparaba miradas convencidas. Los nombres de los nuestros se sucedían: en primer lugar, varias buenísimas piezas de Julia Santa Olalla en T20 de Murcia, un extraordinario Javier Palacios en Luis Adelantado de Valencia, compartiendo stand con otro grande sevillano, Rubén Guerrero; muchos artistas vinculados con Granada: Pablo Capitán del Río y Álvaro Albaladejo (Art Nueve de Murcia), José Guerrero (Alarcón Criado), Miguel Ángel Tornero, (Juan Silió de Santander ), los Jacobo Castellano en varias galerías, Antonio Montalvo ( Espacio Mínimo) o Carlos Aires, entre otros. Además, Miki Leal, Juan del Junco, José Miguel Pereñíguez, los muy buenos Gordillos en varios sitios y muchos más.

Arco es siempre Arco y lo demás, territorios por conquistar.

ART MADRID. Cada vez menos

La Feria del patio del antiguo Palacio de Correos, hoy Alcaldía, no goza de un buen momento. Ya lo veníamos diciendo en las últimas ediciones. Mantiene un parón grande de calidad y se nota. No quiero decir con esto que allí todo sea para desechar. Se han visto obras de artistas buenos, pero las menos. Parece que la repetición es absoluta y lo que llega hasta el Centro Cibeles poco aporta a una Feria que se va quedando atrás. La solución pasa por una selección rigurosa y por un compromiso absoluto por el arte de calidad. Ha sido más de lo mismo y eso agota y, a no muy largo plazo, me temo que las consecuencias puedan ser claras.

DRAWING ROOM. Con rigor y sentido

La feria que se presentaba este año en el céntrico Palacio de las Alhajas siempre ha tenido un profundo y riguroso sentido que le ha aportado calidad. La selección de galerías responde a criterios afortunados y a una dimensión artística profunda que se nota en todo el conjunto. La disposición es acertada, no tiene una excesiva saturación y los stands se distribuyen con claridad. Falta, quizás, un poco más de iluminación. Lo demás, respondiendo a lo que debe ser una pequeña feria de arte. La presencia de mucho y buen dibujo manifiesta que el primitivo sentido sigue vigente. Nos hemos encontrado momentos de suma trascendencia artística; obras que reflejan la calidad y dimensión de las galerías en su conjunto y el acierto en la selección de los artistas y sus obras. Espectacular el dibujo de Irene González en Silvestre de Madrid; redondo lo presentado por la galería Petritxol de Barcelona; apasionante el José Manuel Ballester y con muy buena argumentación plástica el Daniel Verbis, ambos en Daniel Cuevas de Madrid; sucinto pero evidente la pequeña escultura de Ives Klein en la galería Cortina de París; muy buenos los Marta Beltrán y los José Piñar en Ruiz Linares de Granada; sustanciosos los Ñu Barreto en Arte Periférica de Lisboa; rigurosamente personales los Emilio González Sainz en Siboney de Santander; muy buenos los Palazuelos y los Manolo Valdés en David Cervelló de Barcelona; bellos de principio a fin los Eduardo Stupía en Granada de Madrid. En definitiva, una pequeña feria, acertada en sus planteamientos y rigurosa en su puesta en escena.

JUSTMAD. Siempre apostando alto

Debo decir que siempre he tenido a esta feria como un ambicioso proyecto donde el arte más nuevo presentaba sus ilimitadas formulaciones. He sentido un especial afecto por una experiencia que siempre ha contado con una absoluta dimensión y con un posicionamiento claro hacia lo más ambicioso del arte contemporáneo. Me gusta lo que oferta y cómo lo oferta. En las últimas ediciones, no obstante, le he achacado la excesiva presencia de stands para un espacio demasiado reducido. Aunque con menor presencia de galerías, sigo viendo mucha saturación. Quizás la obsesión del espacio sea ahora mucho más con la psicosis del covid. No obstante, me gusta mucho de lo que he visto y he encontrado bastante calidad en muchas de las ofertas presentadas. Por citar lo que me ha parecido más sobresaliente: los José Carlos Naranjo en Berlín de Sevilla, un Alvar Haro en Fúcares de Almagro, los Emilio Cárdenas en Casa Zóbel de Cuenca, los Fátima Conesa en ULF Larsson de Colonia, los Pablo Castañeda en Marisa Marimón de Orense, los Juan Francisco Casas y Miguel Scheroff en Renace de Baeza y un Joseba Sánchez Zabaleta en AP de Segovia. Había mucho más y muy bueno donde elegir.

URVANITY. En abierta expansión

Ha mejorado sustancialmente la feria que se presenta en los últimos años en el Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid. Podríamos decir que se trata de un planteamiento artístico de actualidad; donde el arte más nuevo se presenta con fuerza y con un abierto sentido donde lo urbano está muy bien definido. El espectador se siente identificado por un arte que es joven en dimensión, apariencia y sentido. Hay como una especie de proyección hacia adelante en una plástica que, en la pequeña y bien acondicionada feria, se nos aparece más de actualidad. Creo, además, que ese es el objetivo. Muchas y buenas obras, muchos artistas con poder, sabedores de lo que debe ser el arte nuevo y en posesión de lenguajes adecuados a esa dimensión de absoluta y estricta modernidad. Me quedo, entre lo mucho bueno, lo presentado por Paco Pomet , Ana Barriga, Alejandro Botubol, Starsky Brines, Miguel Ángel Erba, Alexander Zuleta, Carlos Pesudo, Gandalf Gavan, Olga de Dios, Víctor Castillo, Dilka Bear, Isaac Cordal, entre obras de mucho fuste artístico.

Las Ferias de la capital han cumplido su organigrama expositivo en un febrero con sonidos bélicos poco halagüeños. Han sido días de mucha intensidad artística; lo habitual en un tiempo que echamos de menos durante todo el año y que, a pesar de todo, seguimos añorando con esperanza.

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