Con sabor
Pedro Payán Sotomayor
Claridad. El poeta Manuel Machado, al inicio de su breve y conciso poema "Andalucía", definió líricamente a Cádiz como "salada claridad". Nada más acertado. Porque la claridad gaditana es enorme. Una de las singularidades de nuestra ciudad. Y porque esa claridad está bañada por lo salado de su mar y por la gracia de su gente. La cita poética se ha convertido en todo un tópico que responde a la realidad de la intensísima luminosidad de Cádiz. Una luminosidad cantada por los poetas y celebrada por los muchos viajeros que por aquí pasaron. Recordemos especialmente a los románticos que dieron buena cuenta de su admiración por esta luz radiante. Los artistas pintores y fotógrafos también elogian esta claridad que recogen sus retinas y que luego se traduce en obras de arte de singular belleza. Yo, después de ser operado de cataratas en los dos ojos, recurro constantemente a las gafas de sol porque no puedo aguantar tanta luminosidad, incluso en días nubosos. Quiero referirme a una diferencia significativa muy interesante que hacemos los hablantes gaditanos: dejamos el término claridad para referirnos a la "luz natural", y a la "artificial", es decir, a la eléctrica, la llamamos simplemente la luz. Ejemplos: "¡Qué claridad tan grande hay en esta habitación!", o "Voy a encender la luz". Aquí tienen ustedes una cita de este Diario, de fecha 1 de junio de 1989: "Anuncio por palabras. Calle Columela, sector próximo Plaza Topete, se alquila piso 96 m2, ideal para consultorio, oficinas, salón de belleza, 2 amplios salones corridos, vestíbulo, habitaciones y aseo, muchísima claridad".
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