La reflexión llega a la Mostra con la película 'The Master'

Dirigida por Paul Thomas Anderson, está protagonizada por Joaquin Phoenix

M. S. Cardiel (Efe) / Venecia

02 de septiembre 2012 - 05:00

Era la favorita o, al menos, una de las más esperadas y The Master, de Paul Thomas Anderson, ha desplegado en La Mostra un planteamiento tan agreste sobre el fanatismo y el sentimiento de pertenencia que ha dejado al público en un insólito estado de reflexión que solo puede conducir a premio.

The Master, el maestro o también el amo, explora, por una parte, la búsqueda de un sentido a la existencia y de domesticar a la bestia que nos convierte en inadaptados y, al mismo tiempo, describe con desazón cuán vulgar puede llegar a ser la arenga que llene ese hueco que a veces motiva y otras desestabiliza.

Paul Thomas Anderson, capaz de crear los clímax más duraderos del cine actual, al retratar ese rebaño del que forma parte el protagonista de The Master deja sin pastor al espectador, de la misma manera que no ha querido ofrecer respuestas a esa parroquia que ha abarrotado la rueda de prensa.

Así, ha descrito su filme con conceptos generales, como "historia de amor entre dos hombres, no tanto como padre e hijo o amo y esclavo, sino como casi el amor de sus vidas", en una comparecencia escurridiza en la que el protagonista, Joaquin Phoenix, ha desaparecido momentáneamente, se ha fumado un cigarro y ha hablado a un metro del micrófono, sin llegar a contestar nada.

Phoenix, en cambio, es sobre la pantalla el placer más instantáneo e indudable, con una magistral interpretación que lo convierte en opción más que clara a la Copa Volpi al mejor actor, en el papel de un ex combatiente de la Segunda Guerra Mundial que no encuentra sitio ni satisfacción en momentos de paz.

Es entonces cuando halla bálsamo en una secta y en ese amo interpretado por Philip Seymour Hoffman, que le guía y le da respuestas, que le libera del yugo del pensamiento.

La película que se proyectó a continuación, E stato il figlio, de Daniele Ciprí y protagonizada por Toni Servillo, sufrió las consecuencias de la resaca intelectual de su predecesora y fue sepultada por la imposible comparación.

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