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José Antonio Ruiz de la Cruz. Coreógrafo y bailarín

"Al público hay que darle calidad, no hay que escatimarle nada"

  • El director del Ballet Nacional de España, que hoy actúa en el Falla para celebrar el centenario del teatro, destaca lo excepcional de las obras que ofrece en Cádiz

El Falla estará hoy de fiesta. El coliseo gaditano celebra sus primeros cien años de vida. Lo hace con un cartel de lujo, apropiado para la ocasión: el Ballet Nacional de España y dos de sus producciones: El sombrero de tres picos y El Café de Chinitas. Su director, el bailarín y coreógrafo José Antonio, analiza el programa, y resalta la contribución a la segunda obra del músico gaditano Chano Domínguez y de la cantaora Esperanza Fernández, que pondrán música y voz, bajo la escenografía de Salvador Dalí, a las canciones populares de Federico García Lorca.

-Cádiz conmemora hoy el centenario del Falla con su Ballet y dos obras muy especiales, ¿qué aportará a la celebración?

-Para nosotros es muy importante que se haya contado con el Ballet Nacional, y que además esta producción haya sido compartida por los grandes festivales de música de danza y música españoles, como el de Granada o Perelada, Santander o San Sebastián. Es una producción de una calidad extraordinaria, y con novedades: piensa que El sombrero de tres picos con el vestuario diseñado por Dalí sólo se estrenó en Estados Unidos, pero jamás en Europa. Nosotros hemos reconstruido aquel diseño, con el trabajo de Yvonne Blake, que recurrió a muchos archivos, viajó a París... un trabajo de investigación importante para reproducir el vestuario y toda la escenografía, que es muy fresca, con la impronta daliniana y que da una nueva lectura a la obra.

La segunda parte, con El Café de Chinitas, es algo muy especial, muy excepcional. Cuando me encargaron la producción completa, tenía muy claro que la versión original de Encarnación López, La Argentinita, no la podía reproducir, ni debía tocarla, porque aquello fue como un referente único. Entonces, utilizamos los dos telones pintados por Dalí para la última versión que hizo La Argentinita en Nueva York, y partiendo de eso creamos una historia, un hilo conductor totalmente diferente. Para mí era imprescindible contar con Chano Domínguez, porque es un hombre, como buen gaditano, conocedor del flamenco, pero que es un genio de la música, y sobre todo del jazz, y ahí se crea una especie de mezcla maravillosa, que son las letras populares de Federico con este tono y este colorido jazzístico. Porque aunque hay soleás, guajiras, bulerías, sevillanas..., siempre le da ese color que es muy importante en la época a la que nos estamos refiriendo: la producción se hizo para la conmemoración de Dalí, y en los años 30 ó 40 el jazz estaba en todo su esplendor, y encontrar un paralelismo con el flamenco era importantísimo.

-¿Era fundamental entonces la participación de Chano?

-Fundamental e imprescindible. Hubo una decisión unánime por mi parte, que era Chano y Esperanza Fernández, que da vida a la cantaora, que lleva el peso de todas las canciones de Federico. Yo no quería sólo una cantaora que estuviera de adorno o pasiva; ella interpreta, colabora, baila, se mueve...

El guión era muy simple. Nos pusimos al habla con Manuel Huerga y le di las pautas de lo que yo necesitaba para contar esta historia, y luego lo desarrollamos coreográfica y escenográficamente con Lluís Danés; Yvonne Blake, que ha creado un vestuario absolutamente impactante, y Joan Teixidó, que ha hecho una iluminación entre tradicional y muy fresca.

Además incorporamos el personaje de Dalí, niño, vestido de marinero, con todos los miedos y traumas que le marcaron de por vida. La obra está dividida en tres bloques: la creación, el sexo y la muerte, y de alguna manera él utiliza ese espacio, el Café de Chinitas, como lugar de invocación para reunirse con Federico más allá de la muerte.

-¿Siempre se rodea de lo mejor, José Antonio?

-Sí, siempre, porque afortunadamente tengo grandes amigos en todos los aspectos, y no estoy hablando ahora desde mi posición como director de una compañía pública, sino como director de compañías privadas: siempre he tenido colaboraciones importantísimas gracias a la confianza y a lo que han creído estas personas en mí, como José Nieto, Yvonne Blake, Salvador Távora, Manuela Vargas... Creo que al público no hay que escatimarle nada, hay que darle calidad con las personas que colaboran en una producción. Los grandes artistas no escatiman, y si hay algo interesante, todo el mundo se apunta a ello.

-Es un espectáculo que se representa pocas veces, ¿es muy complejo?

-Sí, es complejo... realmente se representa todo lo posible, porque es un espectáculo de factura cara. Contar con Chano Domínguez y su siete músicos, con Esperanza Fernández, más el espacio que precisa. También el alquiler de un piano. Todo eso va añadiendo costes, y tienen que coincidir fechas. Y luego hay lugares donde no se puede representar con la música en vivo. Acabamos de estar en febrero en el Teatro Rojas de Toledo, que es superpequeño, y lo hemos hecho con la música grabada y la voz de Esperanza en directo.

-Usted fue primer bailarín de la compañía de Antonio con apenas 14 años, ¿eso es impensable hoy en día?

-Hoy hay jóvenes con un gran talento. En mi etapa en el Centro Andaluz de Danza creamos promociones que, afortunadamente, están en todas las compañías de danza más relevantes. Se hizo una labor importante de formación. Ahora, desde el taller estudio del Ballet Nacional también estamos dando formación a gente joven, y eso es muy bueno.

Esas oportunidades no la teníamos nosotros, pero sí teníamos como espejo a grandes figuras, grandes mitos del baile, y también del cante, de la guitarra y de la música. Uno ha tenido el privilegio de trabajar con mitos. El otro día encontré una cinta que me hizo saltar las lágrimas, de 1966, con Chano Lobato, Parrilla de Jerez y Chaqueta. He tenido el privilegio de compartir y vivir con esa gente, con Paco de Lucía, con Ramón de Algeciras... Eso es magnífico, es un aprendizaje tan valioso que no hay con qué pagarlo.

-Una última curiosidad, José Antonio, ¿cómo se puede andar por la vida sin apellidos?

-Siiiií, los tengo, y muy orgulloso de ellos (ríe). Es mi nombre de pila, que no es muy original pero es el que me pusieron mis padres, y con el que me conocen desde niño. Ya aparece el Ruiz muchas veces; ahora, ya De la Cruz no lo saben. Pero los nombres los hacen los artistas. Aunque hay nombres sonoros muy conseguidos, como el de Gades, que se lo cambió Pilar López y me pareció un acierto absoluto.

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