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Eduardo mendoza. escritor

"Las personas con sentido del humor nos tomamos la vida muy en serio"

  • El autor visita hoy la Biblioteca Provincial de Cádiz, dentro del ciclo Letras Capitales, para presentar su último libro, 'Tres vidas de santos' · Mañana estará en la Fundación Caballero Bonald de Jerez

Hay un 99 por ciento de posibilidades de caer cautivo de la obra de Eduardo Mendoza (Barcelona, 1943). No hay estudios que lo verifiquen, sólo lo dicen sus lectores. Si esto es así, hacerle una entrevista, aunque sea por teléfono, hace que uno se quede como absorto. Es un conquistador, tanto a través de su literatura como en viva voz. El autor de Sin noticias de Gurb llena de nuevo de esperanzas las librerías con Tres vidas de santos (Seix Barral), una obra de relatos que hoy presenta en la Biblioteca Provincial de Cádiz, a las 20 horas, y mañana, a la misma hora, en la Fundación Caballero Bonald de Jerez.

-¿De quién heredó el sentido del humor que protagoniza sus obras?

-No sabría decirlo (risas), nunca me hice el ADN del sentido del humor. Debe ser una mezcla de temperamento y de circunstancias. La verdad es que crecí entre gente que tenía sentido del humor y se tomaba las cosas bastante a broma. Aunque creo que es parte de nuestra manera de ser, no sé si del género humano en su totalidad, pero ha estado siempre presente desde los clásicos hasta ahora. Lo único que he hecho ha sido aplicar el sentido del humor a las historias que cuento.

-¿Le sale el mal genio de vez en cuando?

- Muy a menudo, sí. Una cosa es el sentido del humor y otra es tener buen carácter, no hay que confundirlo, y yo lo tengo muy malo.

-Se atreve usted ahora con el relato. Algunos de ellos, como 'La ballena', escritos ya hace años.

-Hay dos antiguos y uno muy reciente. No sé lo que me animó a sacarlos del cajón. Escribí un relato y pensé: ¿ahora qué hago con él? Publicar un relato corto es difícil, no hay un vehículo para el formato pequeño. Tenía otros, no sólo dos, y se me ocurrió proponer a la editorial un librito con tres. Y aquí se acaba el misterio.

-¿Qué tienen los relatos que no tienen las novelas?

-Es algo muy distinto. Es como una tapita y una paella, cada cosa tiene su momento y su receta. El relato debe empezar rápidamente, desarrollarse, debe tener pocos personajes... No es una novela con pocas páginas. Es otro ritmo. El relato tiene su dificultad y yo nunca me he movido bien en él, por eso a lo largo de toda mi carrera he podido seleccionar estos tres. Con la novela extensa me siento más cómodo.

-¿El relato le da alguna satisfacción?

-Ver que un género que no he cultivado también lo puedo hacer, sin decir si ha salido bien o mal. No me toca a mí decirlo. El relato es un trayecto corto con muchos baches.

-Ahora le pone su humor a estos santos tan peculiares.

-Son sólo santos en el título ('Tres vidas de santos') porque los relatos no hacen referencia a santos. Se me ocurrió decir que si algo tenían en común era un tipo de personaje que se podía llamar santo laico y ahí entramos en la discusión en lo que es un santo y uno moderno. En buena medida son santos porque están obsesionadas con una idea.

-¿Tiene algo que ver su educación en colegios de monjas y curas?

-Sí, sí, sin duda alguna. Yo crecí rodeado de historias de santos y como siempre me gustó el relato, los que tenía más a mano eran los que leía cuando salía del colegio, de historias de aventuras ,y los que me contaban en la escuela, llenos de cosas mágicas, de realismo mágico, con unos fines didácticos que no surtieron efecto.

-Lleva más de tres décadas como escritor. ¿Como está de frescura?

-Se va perdiendo, se va ganando sabiduría y experiencia. Pero sí quiero creer que cada vez que me enfrento a un nuevo reto pues procuro no vivir de renta. No sé si es la frescura, pero se le parece bastante. No ir sobre seguro, sino enfrentarme como si fuera el primer o el último libro.

-El antihéroe protagonista de varias de sus novelas ('La cripta embrujada', 'El laberinto de las aceitunas' o 'El tocador de señoras') no tiene nombre... Supongo que usted se lo habrá dado en algún momento.

-No tienen nombre y nunca se lo di. Me gusta más que sea una cara anónima, me hace más gracia así. Hay otro que no tiene nombre y es el protagonista de 'Sin noticias de Gurb'. Son sólo bromas.

-¿Hay algún personaje de los suyos que le hubiera gustado ser?

- ¡Uy, muchísimos! Menos yo mismo, la mayoría.

-Imposible recuperarse de la desaparición de Vázquez Montalbán.

- Imposible. Montalbán fue importante en la literatura española, creó unos géneros y formas de abordar la literatura de la que aún estamos viviendo. Era un amigo muy querido y todavía no me he reconciliado con su desaparición.

-¿Y de su personaje, Pepe Carvalho?

- Algún día, dentro de muchos años, se le hará justicia. Se verá que fue algo importante.

-Hablemos de las ciudades, como Barcelona, que usted ha retratado tanto en sus obras. ¿Cuál sería la ideal?

- No lo sé, no soy urbanista. Hablo de la Barcelona que es, no la diseño, ni la planifico. Una ciudad son sus cualidades y sus defectos. Creo que si le quitaran sus defectos no sé qué pasaría. Podría mejorar, efectivamente.

-Los cambios urbanísticos que está sufriendo la ciudad, ¿daría para una nueva 'La ciudad de los prodigios'?

- Sí, pero no para que la escribiera yo. Ya escribí una. Ahora que venga gente joven y escriba la siguiente.

-¿Y qué guarda de Nueva York, donde trabajó como traductor de la ONU?

- Es una ciudad vivida, de la que nunca escribí y no pienso hacerlo por ahora. Es una ciudad que conocí demasiado como para saber que no la conozco.

-¿Qué hace falta para conocer una ciudad?

-Supongo que es importante nacer y crecer en ella. Aunque lo bueno de la literatura es que no hay reglas fijas.

-¿Cómo es el sentido del humor catalán?

- De muy baja intensidad. Como no lo tenemos muy marcado pues por eso podemos trabajarlo más. El sentido del humor está basado en la sorpresa y un catalán con sentido del humor sorprende.

-¿Hay alguna ciudad que recuerde por su humor?

- No sabría qué decir; la ciudad la forman las personas. Hombre, Andalucía tiene fama, Madrid tiene sentido del humor, los italianos, los ingleses y los americanos también. Los franceses y los japoneses, no.

-¿Por qué?

- Los japoneses no tienen la cultura del humor, ni la capacidad de construir desde el humor. No hay películas japonesas de humor, aunque son muy buenos en otros terrenos.

-¿Con qué se pone serio?

- Con el fútbol. No, la verdad es que soy una persona seria, pero las personas que tenemos sentido del humor nos tomamos la vida en serio, o seríamos unos tontilocos.

-¿Sabe ya usted por qué un día se puso a escribir?

- No lo sabré nunca. Me ha dado mucha satisfacciones y algunos momentos de angustias como muchos trabajos. Me puse a escribir porque me gustaba leer y luego quería hacer aquello que me gustaba tanto. Me puse sin pensar que me iba a dedicar a ello.

-¿Quizás hubiera ganado más dinero con la abogacía?

- No creo. Me dediqué un tiempo y lo hacía sin entusiasmo. Creo que habría sido de mediocre para abajo.

-¿Sabemos algo de Gurb?

- No (risas). Ahí está, ahí está. Se quedó en la Tierra y anda por ahí. No sabemos qué forma tiene ni quién es. Podemos estar hablando con él sin enterarnos. Lo mismo soy yo (ríe).

-O yo misma.

- Igual, igual (risas).

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