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tribuna

La mejor colección de tarjetas postales

  • La Asociación Gaditana de la Caridad logró reunir en 1902 un extraordinario conjunto de tarjetas postales que fueron firmadas, escritas o decoradas por celebridades de la época

[dedicado a Esteban Pérez-Rendón, retornado a Medina Sidonia]

No hubo nadie de cierta posición en Cádiz que no aportase su tarjeta a la colecciónLas tarjetas postales se expusieron con éxito en Cádiz, Barcelona, Madrid y París

El año 1902, en pleno auge de la tarjeta postal ilustrada y el coleccionismo cartófilo, la Asociación Gaditana de la Caridad tuvo la feliz idea de organizar una campaña para hacer una gran colección de tarjetas postales originales y únicas, para luego ponerla a la venta y recabar fondos con los que financiar su amplia labor asistencial. En una época de radical separación de clases sociales y paupérrimas condiciones de vida de la clase trabajadora.

Esta iniciativa consistía, básicamente, en imprimir unas tarjetas postales, con un breve texto en su borde ("Festival de la Caridad en Cádiz") y mandarlas 'en blanco' a las personalidades más importantes, de los más diferentes campos sociales, para que cada uno, de su puño y letra, pusiera en ellas un dibujo, una acuarelita, una estrofa musical, un pensamiento o un simple autógrafo. Debiéndose recordar que en estos años por el reverso de las postales solo podía escribirse el nombre y la dirección del destinatario, teniendo que compartir la imagen y el texto la 'cara' de la postal (solo a partir de 1905 un congreso postal internacional aprobó que una línea vertical en el reverso separase el nombre y la dirección del destinatario del texto del remitente y que la imagen se adueñara de toda la cara de la postal)

Como sobre esta colección he escrito en libros y artículos a ellos remito a quienes quieran conocer más sobre el asunto, comentando aquí únicamente que la colección superó todas las expectativas imaginables, que autoridades y personalidades de todo el mundo y de todos los campos de la política, el saber y las artes mandaron tarjetas postales ilustradas por ellas mismas, y que se consiguió confeccionar, con más de 1.500 ejemplares, la colección de tarjetas postales más original y valiosa del mundo, y de todos los tiempos. Una colección que fue expuesta con gran éxito en Cádiz, Barcelona, Madrid y París, y que se vendió por 60.000 pesetas antes de viajar a América, donde se le perdió la pista (o al menos yo se la perdí).

Naturalmente, no hubo nadie de cierta posición y renombre en Cádiz que no aportase su tarjeta a la colección y durante su elaboración también lo hicieron los visitantes más ilustres a la ciudad, entre los que destacó el inventor de la radiotelegrafía, Guillermo Marconi, que desembarcó en Cádiz el 1 de septiembre de 1902. El sabio italiano, popular y mediático, que regresaba a Italia en el crucero Carlos Alberto, asistió en Cádiz a varias recepciones y al Teatro Principal, poniendo su firma y fecha a tres tarjetas que entregó a los organizadores de la colección.

También el pintor Joaquín Sorolla pasó unos días en Cádiz en abril de 1902. Visitó el Museo de Bellas Artes y por el estado de la mar no pudo pasar a Tánger como era su intención. Aunque conocemos la bonita tarjeta que aportó a la colección, no nos consta que la pintara en Cádiz durante su visita personal.

Un personaje que no podía faltar en esta colección, dados sus conocimientos y eminente posición como 'Cartero Honorario de España', era el asidonense Mariano Pardo de Figueroa, el Doctor Thebussem, que mandó una postal manuscrita con el siguiente pensamiento: "Si Magallanes fue el primer hombre que abriendo este camino le dio su nombre, usted, mi querido amigo Viesca, ha sido también el primero en reunir una colección de tarjetas postales, que ni hoy tiene ni creo que en el futuro tendrá rival en el mundo. De Dios será el premio, de los pobres la gratitud y de los coleccionistas la admiración".

Pero muy pronto, el 18 de febrero de 1902, el Doctor Thebussem, siempre crítico y singular, publicó un artículo titulado Tarjeteo Postal, en el que pretendía rebajar los exaltados ánimos cartófilos del momento, sobre todo de los coleccionistas de tarjetas que no les importaba que estas no hubieran circulado por los servicios de correos, pues decía que entonces sería una loca e inabarcable carrera de los editores de tarjetas y los coleccionistas. El Dr. Thebussem, naturalmente, prefería las tarjetas circuladas, con su sello de lugar y fecha correspondiente, aunque "declaro que lo indicado no quiere decir que yo sea adversario de que se coleccionen tarjetas ilustradas con toda clase de bellezas o de garambainas. Soy devoto de la libertad y de la tolerancia y entiendo que cada uno debe recoger sus placeres donde le acomode, con tal de que no resulte ofensivo a Dios ni al prójimo […] Lo que deseo dejar apuntado en esta nota, es que la moda de coleccionar los documentos referidos, tendrá una duración tan efímera, que acaso no llegue al año de 1905. Así lo siento y digo, con deseos de resultar falso profeta".

A esta iniciativa para aportar fondos a la Asociación Gaditana de la Caridad, en septiembre de aquel año se sumó el Ateneo de la ciudad poniendo a la venta ejemplares de su Álbum Artístico-Literario, en el que se recogían actividades sociales de la entidad, numerosos trabajos literarios y, lo más interesante, numerosas ilustraciones realizadas con la nueva técnica del fotograbado. Tanto fotograbados elaborados en Cádiz, en los talleres de Remorino y Matute, y en el taller que llevaban las hijas del veterano fotógrafo Rafael Rocafull y Monfort (que fallecería al año siguiente), como otros elaborados en Madrid por la Sociedad General de Fotograbado que dirigía Rafael Rocafull Díaz, hijo mayor del afamado fotógrafo gaditano.

Precisamente en esta publicación del Ateneo no podía faltar un artículo sobre la tarjeta postal, firmado por Juan A. del Campo: "Hermosuras de las que habla la fama con sus más entusiastas acentos; genios que han alcanzado universal renombre; fantasías artísticas en las que se retratan todas las genialidades y todos los delirios; en las que están grabados los neurosismos de la época, disfrazados con reminiscencias de un nuevo renacimiento […] Ciencias, literaturas, artes, en pequeñas dosis, representa la frágil cartulina de la tarjeta postal, encanto de los ojos, síntesis de la época en que predomina todo lo ligero y vaporoso. Hay también en la tarjeta postal una clase que la avalora hasta el extremo de no tener precio, aquella que es única, que se posee por entero, de la que el propietario es solo dueño: esta es la tarjeta autógrafa, de la cual no puede existir, seguramente, colección más brillante que la que para beneficio de la Asociación Gaditana de la Caridad se ha formado".

Ingenuos intelectuales de la época. No sabían hasta qué punto podría llegar el predominio de todo lo culturalmente "ligero y vaporoso". Algunos, en la época digital, coleccionamos tarjetas postales de entonces como sólidos materiales culturales.

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