FIT de Cádiz | Crítica teatral

Aunque me haga pedazos la vida

Comienzo de la obra 'Soliloquio' en la plaza de San Juan de Dios.

Comienzo de la obra 'Soliloquio' en la plaza de San Juan de Dios. / Lourdes de Vicente

Camina acompañada una figura que se resiste a su significado analógico, es decir, el establecido por un código hegemónico, patriarcal, misógino, homófobo, racista, clasista y profundamente colonial. ‘Hay una economía de la violencia’. La historia de Tiziano Cruz y de los miles de cuerpos sin porvenir ni pasado es una historia que evoca el recuerdo sin contenido y al que solo le queda contorno de piel de cordero, sabiendo que comienza a narrar desde la pérdida, es decir, en vano: historia de significantes que fluyen y que huyen de la colina, porque hay demasiados lobos... El vaciado se sigue produciendo, se sigue construyendo desde cada esfera, incluida la del arte: ¿dónde está el límite? En el margen, que a su vez es un punto de recomienzo, pues un vaciado saturado se significará a sí mismo y creará, en intransitivo, por su derecho a imaginar. En esta obra, Soliloquio (me desperté y golpeé mi cabeza contra la pared) que se estrena en España, Tiziano Cruz es director, dramaturgo y cuerpo fragmentado.

‘Hay una economía de la violencia’. El discurso se inicia en la imagen-recuerdo, flashback escrito en la placa de octubre de 1993 del Ayuntamiento de Cádiz, en homenaje a Cristóbal Colón y a su viaje que ‘llevó’ la evangelización y la cultura al Nuevo Mundo” en septiembre de 1493. ‘Llevó’, es el término ‘adecuado’ para suavizar la masacre continuada entre los siglos. Término que es eufemismo de sí mismo en una perspectiva eurocéntrica obsesionada por limar la heterogeneidad, la diversidad, en favor de una homologación según sus propios nombres. En este caso, se insta a una inversión semántica de los hechos: no se llevó cultura, no se descubrió una tierra, sino que se cinceló un nombre sobre la lápida de todos los que las lenguas indígenas originarias habían concebido: palimpsesto indigno, grafismo histórico de tez emborronada por la mancha de violencia hasta lo innominable. Soliloquio es un progreso que exhorta las verdades de los márgenes, cada una en su contexto, en su región, en su sufrir fundamental. Se mueve entre la historicidad de la arquitectura y de la cultura de Cádiz. Con sensibilidad llorada, Rossy Garza canta La Llorona en lengua zapoteca; canta a la esencia en nuestras raíces, ‘para seguir reconociéndonos como humanos’. ¡Viva México libre!— contestarán las almas que acompañan al soliloquio proyectado en megáfono; le seguirán, le doblarán los versos de la copla y sentirán su pena. Soliloquio es un pasacalles de la connotación que se colapsa al reducir lo triste, lo melancólico y lo alegre a una voz sin garganta. Sus gestos pesan, pues cada contacto con el suelo del monte es profundo y enraizado, y ahora tiene cuatro extremidades. Tiziano es metáfora que se desenvuelve a sí misma, que se reviste de los corderos a los que, por amor a vivir, degollaron. Sigue el soliloquio, prosigue hasta revelar que la catacresis de los cuerpos de Tiziano y el cordero está fragmentada, rota. Ya no crepita, solo le queda morir. Está agonizando. Los lobos. Son tantos. Nos dejaron aquí, para desangrarnos lento.

Soliloquio (me desperté y golpeé mi cabeza contra la pared) es entonces agonía teatralizada en primera persona que se despide del arte que no visibiliza la realidad. Hay una economía de la violencia | Una economía de la violencia | Economía de la violencia | De la violencia | La violencia |…| Es un cuerpo privado de sueños, saturado en su orilla.

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