Cultura

"El flamenco necesita nuevos colores"Cinco ciudades para la vida del guitarrista

  • Después de un periplo artístico que incluye años de residencia en Bruselas y Madrid, el barbateño fijó su residencia en Cádiz hace un año. Esta semana imparte un curso en el Centro Flamenco de La MercedFue Carlos Cano quien "lo quitó de estudiar" para iniciar su carrera profesional

El Barbateño de 1959, el guitarrista Nono García es un músico que, tras un largo periplo profesional, ha decidido regresar, no a su pueblo -que lo tiene a la vista-, pero sí a la tierra y a los aires atlánticos tan presentes en su obra. Esta semana comienza a impartir un seminario de guitarra en Cádiz, una ocasión para acercar la personalidad de un artista que ha paseado nuestra música por media Europa.

-¿Qué ha sido lo que ha hecho que regrese a Cádiz?

-Que ya estaba bien de escuchar hablar fino (ríe). Ya en serio, me apetecía estar cerca de mi familia y de mi tierra, porque yo he sido un exiliado cultural. Aunque salgo primero para estudiar a Granada, luego ya fue un viaje iniciático que aterriza en Cádiz porque es la capital y porque en Barbate están las cosas muy mal, y creo que puedo ayudar al pueblo más desde fuera que desde dentro. Quiero hacer cosas en mi pueblo y ayudar a romper el malditismo cultural y social que lo está apresando.

-¿Cómo se ha encontrado a Cádiz después de todos estos años de ausencia?

-Cádiz ha avanzado mucho musicalmente. Aquí hay un personal impresionante. Yo me estoy metiendo poquito a poco porque no me quiero dar un empacho y, poquito a poco, voy descubriendo que Cádiz tiene su escuela de jazz, su Big Band, gente que hace cosas muy bonitas y, poco a poco, estamos colaborando.

-Aunque haya sido conocido en los ambientes profesionales, su salto a un mayor reconocimiento está en su grabación 'Atún y Chocolate (2002)'.

-Exactamente. Hay un antes y un después de Atún y Chocolate. Primero fue el disco, con el tema que le da nombre y que cantó mi hija y, después, Pablo Carbonell me llamó para hacer la banda sonora de la película que, en principio, se iba a llamar Atunes en el paraíso. Luego se le cambió el nombre por razones comerciales lo que, unido a unas declaraciones de Pablo, dio lugar a una reacción. Incluso se han impreso camisetas con la leyenda Barbate, atún sin chocolate.

-Pero, en la canción que cantaba su hija, el chocolate se entiende que es el que le daban los abuelos cuando iba de vacaciones. Vamos, del de comer.

-El mismo que me daban a mí cuando me llevaban al barbero, que me resistía. Mi hija tenía entonces diez años y la cantó a la primera. Pero ha habido mucha crítica por lo equívoco del asunto, pero no tenía ninguna mala intención. Lo juro. Pero, musicalmente, el disco fue muy bien, le dieron el premio de la crítica de aquel año y me dio a conocer. En realidad son dos discos: el mío y la banda sonora de la película.

-Aunque usted señala su formación inicial flamenca, su música se sitúa en un terreno fronterizo.

-Sí, creo que he intentado labrarme un camino propio, con mucho trabajo, estudio y respeto. Siempre me ha gustado trabajar con algunas músicas como el jazz, el blues, la música brasileña, pero desde el punto de vista flamenco. He intentado crear mi propio lenguaje para improvisar y para interpretar con músicos de cualquier procedencia. Quizás haya sido un especialista en eso que se dio en llamar fusión y se puso de moda, pero en lo que llevábamos años con Tito, con Chano... La fusión como algo que existe y es natural, porque estamos en un mundo globalizado. Además, en la misma esencia del flamenco esta el mestizaje, ese aspecto híbrido de alimentarse de otras músicas, la árabe, la judía... Hay momentos para cada cosa, los hay para escuchar cante puro, pero también el flamenco, a nivel instrumental, necesita tener nuevos colores y conocimientos de lenguaje musical.

-Tiene un nuevo disco ya en puertas, ¿no es así?

-Sí, se va a llamar Al filo de la media noche, una traducción flamenca de un stándar de jazz famosísimo, Round about midnight. Como ésta, en el disco hay un homenaje a una serie de canciones que son mundiales, planetarias y que llevan el sentimiento de la raza humana, los sentimientos de la belleza, del amor por encima del lenguaje: Caravan, Te recuerdo Amanda, Verde que te quiero verde, de Manzanita... Todos estos temas los traigo a mi terreno, al flamenco, con sus palmitas y su compás flamenco. Tampoco se trata de descubrir nada nuevo, simplemente es mi forma de ver la música y de buscar un punto de inflexión común entre todas las músicas.

-Comienza esta semana un curso que se titula 'Taller de jazz y otras músicas para el flamenco' ¿Qué es lo que va a ofrecer en él?

-En realidad, es un cajón de sastre para todo el que quiera acercarse a conocer las músicas del Atlántico, de músicas que pueden enriquecer el bagaje de un instrumentista o de un cantaor; y al revés, alguien que no esté metido en el mundo del flamenco y quiera conocerlo analizándolo desde el punto de vista de un lenguaje musical universal.

A Nono García comenzamos a escucharlo en Cádiz a finales de los setenta en bares como La Chimenea, pionero en darle sitio a una emergente generación de músicos, guitarristas principalmente, de cuyo buen hacer ya nos habían llegado ecos. Eran los Manolo Perfumo, Antonio Toledo, de La Isla; Luis Balaguer, llegado de Algeciras y estudiante en Cádiz; y Tito Alcedo, el otro de Barbate, con el que Nono había compartido pupitre en el instituto antes de marchar a Málaga y después Granada para estudiar. Entre los dos, siempre se mantuvo el contacto y el intercambio, aunque la vía de Nono siempre fuera más flamenca debido a las enseñanzas del tocaor local Santiago El Barbero.

En la universidad granadina, el guitarrista casi culmina sus estudios de Filosofía Pura, pero Carlos Cano "lo quitó de estudiar" para iniciar su carrera profesional. Con experiencias como las del colectivo Poesía 70 o la del Manifiesto Canción del Sur, Nono reconoce que Granada es una ciudad que le ha marcado mucho, con su mezcla de cultura y gitanería, con su bohemia. "Allí el tiempo parece que estuviese parado y siempre podías hacer cualquier cosa a cualquier hora". Tras los años con Carlos Cano, la vida lo llevó a Bruselas, ciudad en la que habría de vivir diez años. De su etapa en la capital belga, el guitarrista señala su intensa vida musical, lo que le permitió vivir un sin fin de experiencias multiculturales. Allí empezó su carrera como solista, se relacionó con el jazz, y tuvo la gran experiencia de formar parte del grupo Vaya con Dios. Recuerda, además, Nono, que Bélgica es el único país con un himno en clave de jazz, una composición del mago de la armónica Toots Thieleman.

De Bruselas a Madrid, en otra etapa que también habría de durar diez años, con tiempo y oportunidades para seguir su carrera. Colaboraciones -entre otras- con Chano Domínguez, Martirio, Antonio Serrano, la cantaora Eva Durán... pero, sobre todo, el momento de lanzar su primera grabación como solista, aquel Atún y Chocolate que terminaría prestando su título a la película de Pablo Carbonell, para la que el guitarrista compuso asimismo su banda sonora, un trabajo que fue finalista en los Premios de la Música de 2004 compitiendo con Amenábar y Alberto Iglesias.

Y ahora, Cádiz, una ciudad de nuevo elegida a la que Nono ha querido venirse para comenzar a cerrar un círculo que quiere concluir en Barbate "cuando las circunstancias lo permitan". Aquí ha puesto casa para una familia que, uno de estos días, va a tener un miembro más, y aquí, además de impartir su magisterio, goza del tiempo y la tranquilidad para pilotar su carrera y concluir los temas de su próxima grabación, que verá la luz para la primavera del próximo año. En él han colaborado músicos como Tito Alcedo, Javier Colina, Jorge Pardo, Chano Domínguez, Jerry García o la cantaora Eva Durán.

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