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Cultura

El cine español se reconcilia consigo mismo en una gran noche

  • La victoria sorpresa de La soledad marca una ágil gala donde hubo premios para todos

Las polémicas que precedieron a los Goya se han remansado por dos grandes motivos. El primero una gala ágil, con un Corbacho dispuesto a ser nuestro particular Billy Crystal, que supo ironizar sobre nuestro cine. El segundo, un gran riesgo en los premios, que han huido de los obvio. Los votantes consideraron con razón que a El orfanato le bastaba su brillante carrera comercial aquí y en el extranjero. Se la ha reconocido en los galardones técnicos, el de Guión Original y el de revelación para Juan Antonio Bayona. Pero no apoyaron el sobreactuado trabajo de Belén Rueda y se decantaron con justicia por Maribel Verdú, maravillosa en su madurez profesional y personal (Blanca Portillo era otra acertada opción). Pero sobre todo, en otorgarle el premio gordo a la mejor película del año, La soledad. Una decisión arriesgada para una película de autor que no ha tenido una gran distribución. La pobreza del año de cine español ha llevado a los académicos a preferir el arte a la industria, marginando a última hora al blockbuster del año por el intimismo. Algo que honra a estos polémicos premios.

A pesar de sus siete Goyas, el equipo de El orfanato, tiene derecho a sentirse frustrado por no llevarse en el cesto el de Belén Rueda y el de mejor película. Tal vez La soledad tenga una segunda carrera comercial. Pero tampoco fueron las únicas sorpresas de la noche. Manuela Velasco derrotó a Gala Évora, José Manuel Cervino se impuso a Carlos Larrañaga y Alberto Sanjuán placó la posibilidad de que Landa hiciese un histórico doblete en su retirada. Aunque fue de agradecer porque seguramente nos ahorró otro confuso discurso del gran actor navarro, mejor ante la pantalla que hablando en su homenaje.

También la Academia supo ser salomónica, dando a todas las favoritas su lugar al sol, como Siete mesas de billar francés, Bajo las estrellas y [REC]. Todo ello ha dado una gran noche del cine español como hacia tiempo no se veía. Premios justos, gala centrada, y se habló de cine, con un discurso de la presidenta que obvió el mal 2007 de la industria española. Tal vez los magníficos resultados de la secuela de Mortadelo y Filemón y Los crímenes de Oxford en este enero hayan levantado la moral. Eso sí, Alberto Sanjuán puso la nota reivindicativa que no debe faltar en estos saraos. Ser de Animalario obliga.

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