Cultura

Un estudio de La Isla es autor de la sede del legado de los Machado en Sevilla

  • El equipo de Suraña Arquitectos ha proyectado la rehabilitación del reinaugurado palacete que alberga la Fundación Unicaja y la exposición permanente sobre los hermanos poetas

De izquierda a derecha, Isabel Suraña, José Suraña, Arantxa Morales, Michel Gómez y Cristina Martínez, parte del equipo de Suraña Arquitectos.

De izquierda a derecha, Isabel Suraña, José Suraña, Arantxa Morales, Michel Gómez y Cristina Martínez, parte del equipo de Suraña Arquitectos. / Román Ríos

Un envoltorio seguro y hermoso, ideado, proyectado y realizado desde San Fernando guarda desde hace una semana en Sevilla un legado fundamental para la historia española reciente, el que los hermanos Antonio y Manuel Machado dejaron con su vida, su obra y su sufrimiento para las generaciones futuras. El edificio, la nueva sede de la Fundación Unicaja en Sevilla, fue inaugurado el viernes de la semana pasada con la presencia del presidente de la Junta, Juan Manuel Moreno, y alberga desde entonces la mayor colección de manuscritos de los poetas, que la institución ha ido adquiriendo, y que se pueden ver en la exposición permanente y consultar en los fondos guardados celosamente.

La responsabilidad de que ese tesoro se conserve y muestre como debe ser ha recaído en buena parte en las manos de un estudio de arquitectura de La Isla, Suraña Arquitectos, al frente del cual están los hermanos Isabel y José Suraña. Ellos, con todo el equipo compuesto además por Vanesa Pavón, Michel Gómez y Cristina Martínez, y la colaboración de Arantxa Morales en la labor de implantación de marca, asumieron la tarea de reformar un palacete de principios del siglo XX en la avenida de la Palmera de Sevilla, primero con la rehabilitación de la fachada y luego con la adecuación de sus espacios interiores para las funciones propias de lo que “Unicaja quiere que sea la imagen de su actividad cultural en la capital de Andalucía”, según comenta José Suraña.

Todo el equipo se tomó como un reto el encargo de hacer del edificio, “muy abandonado y en mal estado”, el perfecto recipiente para la triple labor que debe ejercer: la de servir de alojamiento al legado documental de los Machado; la de ser centro de exposiciones, tanto la permanente machadiana como las temporales; y a la vez la función institucional que representa la Fundación Unicaja como dinamizador cultural.

Todo esto debía hacerse conjugando perfectamente los valores históricos del inmueble con la funcionalidad y versatilidad que requiere un centro moderno. “Para ello tuvimos en cuenta muchos factores –explica Isabel Suraña–, pero teníamos claro que debíamos emplear la tecnología más moderna y a la vez lograr la invisibilidad de esa tecnología, debíamos evitar que se viera ni una bisagra, ni un cable ni un mecanismo. Las saidas del aire acondicionado, por ejemplo, son poco más que una abertura de unos pocos centímetros”.

Los arquitectos isleños concibieron para el interior un espacio luminoso con predominio del blanco y con amplios ventanales que a su vez pudieran escamotearse elegantemente cuando hiciera falta usar más espacio en las paredes o mitigar la luz para ciertas exposiciones. La parte institucional y administrativa, en cambio, recogía un plan más formal. El desafío principal fue el plazo que tuvieron para realizar el proyecto. “Incluso nosotros dudábamos de hacerlo en pocos meses, pero gracias a que todo el equipo se implicó en ello lo conseguimos”.

El estudio isleño trabaja en la modalidad conocida como ‘llave en mano’, es decir que el cliente entrega la llave y deja todo el proceso en manos de los arquitectos, desde la idea inicial hasta las compras de los muebles y las instalaciones. “Los muebles los diseñamos nosotros, trabajando directamente con el carpintero –dice Isabel–, igual que nos ocupamos de todos los proveedores”. En su trabajo también estuvo la conservación de elementos existentes, tales como azulejos (que se distribuyen por todo el edificio), vidrieras y pasamanos, así como la adecuación del espacio exterior para un jardín, “que se convirtió en espacio ideal para recepciones”.

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