Cultura

750 años de arte sacro

  • Una espléndida exposición reúne en la Catedral el patrimonio de la Iglesia de Cádiz

Hace unos años comenzó un periplo expositivo por algunas de las principales catedrales de España para presentar al pueblo el magnífico patrimonio que la Iglesia atesora y que, muchas de sus piezas, están al margen del conocimiento general. Una de las primeras grandes muestras catedralicias fue aquella recordada Magna Hispalensis, que se celebró en la sede metropolitana sevillana con motivo de la EXPO 92. Después llegarían varias más por todo el territorio nacional. De las más importantes, porque comenzó un ciclo y un tiempo de espectacular singularidad expositiva, fue Las Edades del Hombre, inaugurada en las dos catedrales de Salamanca en el año 1993, para mí la más impresionante de cuantas se han celebrado y que contó con una extraordinaria cifra de visitantes. Las catedrales de Castilla y León continuaron el programa salmantino con un éxito aplastante de organización, audiencia y crítica.

En este mismo sentido, para conmemorar un hecho importante en el discurrir de la ciudad, se ha presentado en la Catedral gaditana, una magna exposición sobre el Traslado de la Sede Episcopal Asidonense a Cádiz. Acontecimiento artístico que ha servido para poner en valor el magnífico patrimonio que el Obispado de Cádiz posee en el extenso territorio de su Diócesis, que abarca hasta el sur de la provincia y cruza el Estrecho para, también, asentarse en la ciudad de Ceuta.

La muestra introduce al visitante en un patrimonio artístico no muy conocidoSorprende que una cita de esta magnitud esté tan escasamente publicitada

Muchos aspectos se desprenden de esta gran exposición. En primer lugar, ha sido inaugurada en una fecha absolutamente adecuada - con Cádiz disponiéndose para recibir a su legión de visitantes ávidos de playa pero, también, de cultura-; va a suponer un auténtico revulsivo para conocer, muy de primera mano , su catedral: monumento no excesivamente conocido, sobre todo para el público foráneo, incluso el de la propia provincia. Además, sin duda, va a introducir al espectador en los medios de un patrimonio artístico desconocido, repartido por todo el territorio provincial y del que, la mayoría, no teníamos nociones completas de su existencia. Por todo ello, estamos ante un momento único para adentrarse por los esquemas artísticos y religiosos de una zona que, aunque parezca mentira, existe, está viva y presente para su conocimiento y disfrute. Por todo ello, llama la atención que un acontecimiento de esta magnitud esté tan escasamente publicitado. Los reclamos callejeros, las habituales banderolas que cuelgan por otros eventos menos importantes, la publicidad abrumadora, brillan por su ausencia, y sólo aparece en puntos muy poco concurridos.

Lo primero que el visitante observa tras entrar en los espacios catedralicios es el diseño expositivo de la muestra. Un recorrido muy bien estructurado en una ruta de tonos azulados conduce al espectador por una cuidado sistema museográfico que no abruma y permite la adecuada contemplación sin sobresaltos ni contaminaciones visuales. Es más, la visión espectacular que produce el recinto de la catedral sirve de apoyo estructural al conjunto expositivo, que comienza y termina en las naves laterales, produciéndose un todo continuo que circunda, desde dichas naves, la girola, incluyendo en el recorrido la sacristía y la magnífica cripta donde reposan los restos de Manuel de Falla y José María Pemán. El proyecto ha sido realizado por la empresa ArtiSplendore, vinculada estrechamente a la difusión y exhibición de muchos de los monumentos de la Iglesia.

Fue el Papa Clemente IV, tras la muerte de su antecesor Urbano IV, a quien el rey Alfonso X había solicitado el traslado de la Sede Asidonense a Cádiz, el que facultó, en 1267, al obispo de Ávila para que procediera a la traslación a Cádiz de dicha diócesis. Con una inicial oposición de Don Remondo, Obispo de Sevilla, que se negaba a perder derechos y territorios. El primer obispo de la nueva Sede sería fray Juan Martínez, tomando la catedral el nombre de 'Santa Cruz sobre las Aguas'.

La muestra se distribuye en una superficie de alrededor de unos mil cuatrocientos metros cuadrados y cuenta con casi un centenar de obras de arte, llegadas desde los distintos templos y comunidades religiosas que componen la Diócesis, incluidos los de Cádiz capital y Ceuta. La comisaría de la misma ha corrido a cargo del sacerdote David Gutiérrez Domínguez, quien ha seleccionado unas obras de muy dispar naturaleza artística -extraordinarias piezas escultóricas y pictóricas, obras de Bartolomé Esteban Murillo, de la Roldana, de Roldán y su círculo, de Benito Hita del Castillo, de artistas anónimos pero que descubren facturas de mucha trascendencia y categoría artística, se suceden con obras de mucha menor solvencia creativa, sobre todo, pinturas- pero que ofrecen un conjunto de significación y absoluto atractivo.

Seis apartados temáticos componen el conjunto de la exposición. El primero, Los orígenes. La fe cristina en el territorio asidonense, recoge el momento iniciático del nacimiento de la sede asidonense. Una obra especifica la realidad histórica: San Hiscio, que representa a uno de los primeros obispos de la cristiandad, que ejerció su labor apostólica en estas tierras gaditanas. Se trata de una obra del siglo XVIII, conservada en la iglesia de San Antonio de Cádiz. Destacan, en este primer capítulo, obras de los Santos Patronos de Cádiz, realizadas para la iglesia del Rosario por Francisco de Villegas; una escultura en madera policromada de San Ambrosio de la iglesia parroquial de Vejer y el cuadro de San Firmo, de la catedral, realizado por Cornelio Schut en 1669.

El segundo apartado, La incorporación de Cádiz a la corona de Castilla. Traslado de la sede asidonense a la ciudad y Obispado de Cádiz, es probablemente, el capítulo donde se centra el concepto principal de la muestra y donde encontramos obras que definen la idea general de la exposición. El cuadro La Reconquista de Cádiz por Alfonso X, el Sabio, obra de 1886 firmada por Matías Moreno González y llegada desde el Museo del Prado. Se trata de una correcta pieza de historia cuya significación en la exposición, más que por su calidad, es por poseer el elemento icónico del conjunto de la muestra: el estandarte que ondea al viento momentos antes de ser clavado en la playa de Cádiz. Infinitamente más importante es la Inmaculada Concepción de Murillo, obra terminada en 1680 para el gaditano Oratorio de San Felipe Neri. La Virgen parece enmarcada por el típico ramillete de angelitos, muy a la manera de Roelas. Junto a ellos, un magnífico rosario de oro y lapizlázuli, del siglo XVIII, de la iglesia de San Juan Bautista de Chiclana; una Virgen amamantando al Niño, del siglo XVI, proveniente de la iglesia de Santa Cruz de Cádiz; el San Mateo de Andrés de Castillejos, de 1610, de la iglesia del mismo nombre de Tarifa; un curioso exvoto de la Virgen de los Santos, de 1770, de Alcalá de los Gazules o la Corona de la Virgen del Rosario, 'La Galeona', en oro y pedrerías, entre otras piezas de menor entidad artística.

El tercer capítulo, El Episcopado gaditano. La Catedral, nos sitúa en los medios de la sede catedralicia gaditana; allí donde han ejercido su función pastoral 63 obispos, el actual, don Rafael Zornoza. Tres piezas destaco en esta sección de la muestra: El Cristo de Aguinaga, una obra anónima de 1600, que se encuentra en Catedral Vieja de Cádiz; la imponente Custodia de la Catedral y, sobre todo, San Servandoy San Germán, realizados por Luisa Roldán hacia 1687.

El cuarto apartado, Clero secular y regular. Parroquias y vida consagrada, agrupa obras de mucho valor artístico. Extraordinario el Cristo del Perdón de Pedro Roldán, de 1679, de la iglesia de Santa María Coronada de Medina Sidonia; magnífico el Crucificado del siglo XVI de la iglesia del Divino Salvador de Vejer; muy significativa es la escultura de la Virgen del Sol de la iglesia de San Mateo de Tarifa, obra de Benito Hita del Castillo. Importantes las esculturas policromadas y estofadas de San Ignacio y de San Francisco de Paula, esta atribuida a Luisa Roldán. Buenos son los cuadros de Santo Domingo de Guzmán y de San Francisco de Asís, del siglo XVII, de la iglesia de San Francisco de Cádiz. Sobran la Inmaculada de Cruz Herrera y las pinturas modernas sobre la Fundación del Beaterio de Alcalá y la del Sueño de la Madre Encarnación.

La religiosidad y caridad de los gaditanos es el quinto capítulo de la exposición. En él encontramos el magnífico Ecce Homo de la Catedral, pieza atribuida a Luisa Roldán; muy teatral es la imagen de Jesús Nazareno, conocido como el 'Divino Indiano', obra del siglo XVII, conservado en Chiclana. Muy significativo, asimismo, otro Nazareno, también del XVII, del Convento del Carmen de San Fernando. Portentosa es la Virgen del Mayor Dolor de la iglesia de San Antonio de Cádiz -para mí una de las imágenes de mayor valor artístico de la provincia-; curioso es el lienzo de la Alegoría de las Fundaciones, de la Madre Antonia de Jesús; muy interesante el Cristo de la Vera Cruz, en pasta de papel, del convento de Santa María de Cádiz.

La exposición termina con La fe cristina en el Estrecho. Un ramillete de obras sirve para posicionar esta zona de la Diócesis: La Virgen de África, obra anónima del siglo XVIII; La Virgen del Calvario de Fernando Ortiz, también del XVIII, de la iglesia Parroquial de Santa María de África, así como un magnífico Crucificado con María Magdalena, obra realizada en marfil, maderas nobles y carey de los siglos XVII y XVIII de la Catedral de Ceuta.

La contemplación de la exposición te deja un regusto especial, mezcla de historia, arte y religiosidad. Una muestra importante para contemplarla despacio y sentirse identificado con el soberbio patrimonio religioso que tiene nuestra Iglesia y que está al alcance de todos los habitantes de nuestra provincia. Esta exposición sirve, además, para encuadrar tal patrimonio y darle el absoluto valor que encierra.

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