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Cultura

Venecia, el cieno y la belleza

  • 'Adriático', la novela con la que Eva Díaz Pérez ganó el Premio Málaga, indaga en el peso de la memoria y la imposibilidad de escapar del pasado

Vittorio Brunelleschi, el protagonista de la nueva novela de Eva Díaz Pérez, Adriático, apostó una vez por una vida de espaldas a la genealogía: se liberaría de ese fardo de murmuraciones no siempre fundamentadas, de pecados sin expiar y de secretos dolorosos que esconde todo linaje para experimentar ese engañoso vértigo de ser uno mismo. El profesor abandonó Venecia porque sentía "el peso de la familia como si fuera un barco con exceso de lastre, incapaz de avanzar mar adentro por un cargamento muy pesado de viejas historias o por esas barbas de algas y moluscos adheridas al casco de los barcos después de muchas travesías y que dificultan la navegación", por ello se instaló en Trieste, donde procuró la felicidad junto a una mujer, Antonella, que nunca se sintió cómoda en los puntuales regresos al caserón veneciano, el Palazzo del Aire, y con la que conquistó una intimidad que también, inevitablemente, conocería su parcela de dolor, pero en la que el hombre lograría desvincularse del indigesto sueño del pasado. Años más tarde, ya viudo, Vittorio decide regresar a Venecia para dedicar los años previos a su jubilación a un proyecto sorprendente que los políticos han ideado, después de la polémica subasta de algunas piezas del patrimonio de la ciudad que habían salido del país de forma clandestina: el investigador analizará los objetos hallados en los fondos de la laguna para determinar si hay piezas de valor. En su empeño serán frecuentes los momentos de desaliento, consciente de que se consagra a un tedioso ejercicio burocrático, esperanzado aún con la posibilidad de un descubrimiento que justifique su nuevo destino, pero Vittorio, en realidad, ha retornado para reencontrarse con los ecos de una memoria de siglos, nebulosa y pesada, para dialogar de nuevo con sus fantasmas.

Adriático, segunda entrega de la serie sobre Europa que inició Eva Díaz Pérez con El sonámbulo de Verdún, supone un nuevo paso en firme para una de las autoras más coherentes e interesantes de su generación. La escritora pone su prosa envolvente y sensorial al servicio de un relato de notable complejidad: la novela narra la historia de Vittorio, pero también la de Pietro, su singular escudero, un viejo borracho con alma de superviviente que ha participado tanto en los episodios más turbios de la ciudad como conoce sus recuerdos más felices: fue colaborador de Visconti durante el rodaje de Muerte en Venecia. Pero el libro es también el bello y conmovedor diálogo (o quizá una sucesión de monólogos, porque la incomunicación de las relaciones humanas parece prolongarse aquí tras la muerte) de los espectros que habitan el Palazzo del Aire, la oportunidad para que los Brunelleschi desmientan las habladurías que circulan en torno a ellos, alivien su conciencia atormentada. Díaz Pérez se mueve en este apartado en un difícil equilibrio: hay una generosa inventiva en la aproximación a estos personajes, pero también se palpa el dolor en sus testimonios. La joven que parece haberse suicidado arrojándose al agua de los canales por la frustración de no poder ser bailarina, pero que más tarde dará su versión de los hechos; la mujer que trastornada por la muerte de su hermana se entregaría a la vida alegre y vería su reputación en entredicho desde entonces, el empresario que vivió rodeado de artistas y al que le pesa su mediocridad son sólo algunos ejemplos de la habilidad de la novelista sevillana para dotar de una rara emoción a esas criaturas.

El ambicioso rompecabezas de Adriático reconstruye también en distintos capítulos cómo llegaron a las entrañas del canal los artículos que más tarde examinará Vittorio. Es un afortunado recurso que ayuda a retratar el alma de una ciudad tan soberbia como escurridiza. Díaz Pérez se interesa por la majestuosidad de su Historia, y por la galería de personajes desfilan un cocinero que prepara una cena para el Papa o un perfumista que por amor quiere recoger en una esencia el olor de Venecia, pero también se burla de las trampas que ha propiciado la leyenda de la urbe. La epidemia de un grupo de jovencitas inglesas, debida en realidad al desvarío de las fabulaciones románticas que despierta tan impresionante escenario, refleja la exageración desmedida con que los extranjeros han reinventado este destino, igual que los divertidos padecimientos de un viajero aquejado de problemas intestinales y obligado a cumplir una incompatible agenda de visitas, otro fragmento inspirado de la obra, alertan de los vicios en los que acabará cayendo un turismo desenfrenado y sin alma.

Ha contado Eva Díaz en alguna ocasión que la idea de esta novela con la que ganó el Premio Málaga surgió en su primer viaje a Venecia, cuando se le cayó un souvenir al agua: entonces pensó, con positiva resignación, que algo suyo quedaría en aquel lugar. Hoy, gracias a esta lúcida carta de amor que reflexiona sobre la imposibilidad de escapar del pasado pero trata también, desde la veneración, del cieno y la decadencia, sus vínculos con la ciudad son indudablemente mucho más poderosos.

Eva Díaz Pérez. Fundación José Manuel Lara, Sevilla, 2013. 246 páginas. 19 euros

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