Arte

Sutiles gestos de acción

  • La obra de Willie Márquez se presenta en la Fundación Osborne de El Puerto

Willie Márquez ante una de sus esculturas.

Willie Márquez ante una de sus esculturas.

Conocí a Willie Márquez hace muy poco, apenas él instalado en los espacios naturales que cercan el Lago. Allí tiene su casa y su amplísimo escenario creativo. Nada más conocerlo, sabes que Willie es distinto, absolutamente distinto. Un artista abierto al mundo, sin la cerrazón –muchas veces impostada – de aquellos que juegan al arte sin ser artista. Willie es artista pasional, sin disimulos; no profesa el credo de lo escueto; su trabajo, como su vida, es pura acción; un volcán en plena y constante erupción.

En su pintura, como en su escultura, como en sus intervenciones espaciales o en sus instalaciones, todo está marcado por esa formula activa que proporciona la acción desenfrenada. Por eso, su obra es distinta. Jamás deja indiferente, como nunca dejará indiferente la personalidad de artista tan especial.

Es difícil encajar estéticamente la obra de Willie Márquez. Creo que está más cerca de Pollock que de Rotko; queriendo con esta afirmación centrar el análisis en un claro posicionamiento hacia un expresionismo que pierde sus estancias entre lo abstracto y lo figurativo. Porque, a veces, Willie crea acciones que mimetizan resultados concretos y otras formulan espacios absolutamente vacíos de realidades.

La Fundación Osborne de El Puerto que, últimamente, con Iván Llanza como director de la misma, está presentando muestras de entidad y trascendencia, muy alejadas de aquellas propuestas de escaso criterio selectivo que existían temporadas anteriores y que, ahora, parece mantener una línea de mayor envergadura y positividad artística. Por eso, este verano se inició un circuito expositivo de muy buena proyección. Primero fue la presencia de Juan Díaz-Faez que intervino dos toros para la gran colección que va tomando cuerpo con el genial diseño de Manolo Prieto como protagonista. Después llegó a Toro Gallery, la sala de exposiciones de la bodega de Mora, la fotografía de Sarah Lucas, una de las artistas importantes del grupo Young British Artist, con piezas, algunas, ya, iconos de la fotografía contemporánea. La programación ha continuado con la obra de Willie Márquez, relacionado con Osborne porque fue autor de otro Toro intervenido con cristales de Swaroski y que está presente en el fondo de esa importante colección. Ahora, el artista nacido en Jerez, y afincado mucho tiempo en Ibiza, llega hasta la calle de Los Moros con su esclarecedora pintura y sus impactantes trabajos sobre metal.

En la pintura nos ofrece ese lenguaje personal protagonizado por una grafía que va creciendo y abriendo perspectivas plásticas llenas de verdadera sutileza. Por eso decían anteriormente que la pintura de Willie está más cerca de Jackson Pollock. Sus obras están compuestas por unas formas gestuales que van extendiéndose y creando espacios de pureza plástica. Caligrafía que no transcribe relato alguno ni responde a una estructura con ansias de significación; es un juego visual que abre los horizontes de la mirada para que ella encuentre una línea de inquietante emoción plástica. En sus lienzos, la caligrafía va abriendo espacios formados por una línea ondulante y sin fin que, a veces, se llena de mínimos desarrollos cromáticos o de manchitas que se expanden por los soportes entre las líneas serpenteantes para abrir la máximas expectativas de la verdadera emoción artística.

Junto a esa pintura gestual, Willie nos presenta una colección de esculturas donde la pasión creativa se hace más contundente. Son alambres que se retuercen, que pellizcan el aire, que juegan con el propio aire. La escultura de Willie Márquez nos adentra en esas formas plásticas envolventes que tanto se echan de menos en la moderna –y casi inexistente– escultura.

Una exposición que nos hace descubrir a un artista diferente, que materializa las formas y que las hace más pasionales en juegos eternos de acciones llenas de plasticidad.

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